martes, 7 de julio de 2009

La recta final

¿Cuán feliz puede ser este año, cuando a mi vecino le vaciaron la heladera? ¿Cuán alegre será esta nochebuena, si deberé pasármela montando guardia para cuidar a los enanos de mi jardín?
Ayer comprendí que está todo revuelto. Eso no me lo enseñaron en la primaria. Consideré la Constitución con desconfianza y sospeché que no me enseñaron nada, nunca. En los últimos tres días he visto más contrastes que en toda una vida de respirar aire argentino. He visto alegría popular confundirse con oportunismos macabros. He visto la voz del pueblo alzarse por sobre la miseria y la desesperación, y he visto a los mercenarios de siempre robando - aún en esa hora gloriosa - espejitos de colores y paraguas. Sentí la emoción pura y honesta de saberme entre personas cabales, idealistas, fuertes de espíritu y voluntad, y también la vergüenza de mirar al costado y descubrir que uno me estaba meando el potus.
Ah, pero la luz que iluminó la patria durante unos minutos... fue sencillamente fantástica. Mis vecinos estaban allí afuera, elevándose entre individuos menos honorables, enarbolando una dignidad que ellos mismos sorprendieron floreciendo en la hora última. He visto a gente que no conocía, y me han visto ellos a mí, y ha sido como si ya no hiciera falta conocernos más.
El país brilló con la luz de la gloria en ese momento. Luego se apagó con brusquedad, y volvimos a nuestro pasado típico y predecible. Individuos oscuros prendieron fuego la ciudad. Personajes siniestros comenzaron a mover sus hilos. Son ellos, los Otros, que no han muerto.
En la escuela no me lo enseñaron, pero ayer comprendí que nunca morirán. Está todo revuelto; y entre lo que no sé, lo que no comprendo y lo que temo descubrir se esconde o expone la verdad.
Hace no muchos días lloré ante el rostro sorprendido de mis padres mi impotencia por no poder cambiar el mundo, mi insignificancia. Esas lágrimas establecían también la noción de la irrelevancia de todo lo que podía abarcar la vista. Miles de personas disienten con esa noción, y si algo aprendí de esta guerra civil, es que tal vez tengan razón.
Es el futuro ahora una página en blanco. Borraron el final que ya estaba escrito para nosotros quienes con gritos y cacerolas sintieron y dispararon un "¡basta!" categórico e ineludible. Y los tentáculos de los desagradables surgen, como siempre, de las alcantarillas y cloacas usuales.
Pero ahora hemos sentado un precedente. Hemos levantado la cabeza. Nos han visto. Nos han escuchado.
Ahora deben temernos.

P.D.: Felices fiestas a todos. No olviden brindar por la libertad y dedicarle a sus vecinos un abrazo fraternal.


N. del E.: escrito en diciembre de 2001, probablemente después del cacerolazo. ¡Qué año para la reflexión, muchachos! ¿Por qué publicarla ahora? Pues porque sí...

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