viernes, 25 de febrero de 2005

La Reflexión de la Semana (nociones sobre el fin)

Carnavaleros y murgueras:

Cuando alguna de las mil formas que tiene el diablo de distraernos surte finalmente efecto, sucede que olvidamos (¿no es el olvido el peor infierno?). Éste no es momento ni lugar para determinar cuál es el inventario de recuerdos cuya conservación debe instigarnos a la resistencia: cada uno tendrá los suyos. Se perfila así el olvido como una de las armas más poderosas de los Otros, minando nuestras vidas con sutileza y empeño magistrales. Al final del camino nos hallaremos vacíos, sin saber siquiera cómo hemos terminado en el desierto absoluto.

Tuve durante los últimos días la posibilidad de percibir este concepto, mas no de abarcarlo por completo: como a toda certeza o verdad, me es imposible atraparlo y desnudarlo. Pero sí pude, en virtud de hallarme alejado del campo de batalla, agilizar los mecanismos entumecidos. Detecté que, a fuerza de no hacer nada, el hombre aburrido transita reflexiones curiosas. La noche y el silencio (siempre cómplices de las cosas grandes y los momentos memorables) facilitan el despertar. Pues es así cómo se siente este hombre falto de objetivos: libre su mente de agendas y horarios, emerge poco a poco de un sopor pegajoso. Reconociendo su naturaleza peligrosa y terrible, huye nuestro héroe de los lugares comunes que decoran sus días, temiendo toparse a la vuelta de alguna esquina con ese demonio persistente que lo persigue incluso en sueños.

Durante cierto tiempo, no hay sentir más sano que el que disfruta este señor al verse a salvo de su enemigo. Puede pensar en dónde está parado; en cómo llegó allí; en adónde quería ir en un primer momento. Revisando el camino transitado, detecta desvíos que no tenia conciencia de haber tomado. Ve con asombro dónde se ha demorado, por qué bellos parajes siguió de largo sin prestar atención. Saca cuentas y ve, aterrado, que ha gastado una fortuna para llegar a un lugar al que nunca habia querido ir.

Si fuera nuestro amigo algo más que humano, podria aprovechar esta revelación para corregir las fallas en su plan, para retomar el camino original del que fuera alejado contra su voluntad. Pero siendo humano, se desespera. La perspectiva de pasar la eternidad perdido, buscando por siempre la forma de escapar del laberinto atroz, congela fatalmente sus reflejos. Pasmado, siente que todo está perdido. Pronto ha de volver a la lucha, y no ha recobrado aún fuerzas. ¿En qué se fue el tiempo?

El tiempo se va siempre en alguna de dos cosas: en adivinar el futuro o en preguntarse cómo cuernos pudo ocurrir el pasado.

Así llega el día final en que nuestro muchacho debe ponerse la corbata otra vez. Su temor es vasto; su espíritu está inquieto. El diablo no se altera: el sueño y el olvido siempre triunfan. Llegará el momento en que el hombre reincidirá en sus preguntas, en sus sus dudas; no importa: ya habrá olvidado que ese es también un camino transitado.

Siento ya el hormigueo. Veo cómo los colores se destiñen y las cosas pierden identidad. A cada segundo miro mi reloj y en el vistazo pierdo una hora.

Se acaban las vacaciones, amigos: un horror. Habrá que aprender, me parece, a vivir durante todo el año.



Un abrazo, un apretón de manos, un beso o una caricia, según corresponda.