tag:blogger.com,1999:blog-55657473999239719392024-02-19T22:24:21.569-03:00La reflexion de la semanaMartín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.comBlogger52125tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-12440859853209335462013-04-03T22:54:00.002-03:002013-04-04T00:00:30.701-03:00AguaHace poco más de un año, con bastante poco tacto dije que ya estaba, que la macana estaba hecha; que los muertos - 52 en total - ya estaban muertos. <a href="http://lareflexiondelasemana.blogspot.com.ar/2012/02/doblepensares-contemporaneos.html" target="_blank">La ocasión era la tragedia de Once</a>. ¿Por qué lo dije? ¿Porque lamenté poco esos muertos? ¿Porque creía que siendo la muerte irremediable, no tenía sentido redundar en análisis?<br />
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Lo dije por inocente. A pesar de mi acostumbrado pesimismo, siempre me queda esa pequeña cuota de esperanza. ¿A quién no le gusta verse gratamente sorprendido, contra todo pronóstico? ¿Quién no quisiera creer que, por una vez, las cosas van a funcionar cómo deben, y en el afán de ver esa esperanza satisfecha, tropieza con la ansiedad de pasar rápido las hojas del libro hasta el próximo capítulo?<br />
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Después de Cromañon creímos que, por fin, los desalmados iba a mirar los cadáveres carbonizados tirados en la calle, apilándose mientras sacaban más cadáveres de entre las llamas, e iban a pensar, a <i>sentir</i> "hasta acá llegamos". Lo que ocurrió fue que pusimos un altar, cerramos una calle, y nos quedamos pedaleando en el aire, discutiendo tecnicismos legales sobre el grado de responsabilidad moral y culpabilidad penal de un tipo que toca la guitarra.<br />
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Ocho años después, un tren nos recordó que no cambió nada. Acostumbrados a que el tren era lo que era, a que nadie lo iba a cambiar, seguimos pagando el boleto, subiéndonos a sus vagones, y dejándonos conducir de terminal a terminal. En una maléfica convergencia entre metáfora y literalidad, el tren chocó y murieron 52 personas. Por segunda vez creímos que, por primera vez, los desalmados iban a pensar, a <i>sentir</i> "hasta acá llegamos". Pero sin darnos cuenta volvimos a quedar pedaleando en el aire, discutiendo sobre si la culpabilidad empezaba y terminaba en el maquinista o si, como una sabia podrida, circulaba hasta el tronco y sostén de ese árbol funesto. Un año más tarde, el mismo tren, en las mismas condiciones, sigue transportando a los sobrevivientes, y se sigue descarrilando a la salida de los talleres.<br />
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Hoy ya se ve el germen de lo que será nuestro olvido selectivo de mañana. Se hablará sobre si hubo o no hubo advertencias de órganos auditores que indicaran que había que hacer obras. Se dirá si el radar de Ezeiza funcionaba o no y, en caso de no funcionar, si eso hubiera ocurrido si los militares siguieran manejando el espacio aéreo. Si dirá si Macri, Scioli y Cristina deben quedarse de guardia 24x7x365 en caso de que, ocurrida una desgracia de magnitud, den una conferencia de prensa en forma inmediata. Se ponderará por qué se hacen algunas inversiones cuando otras hubieran evitado la desgracia. Se pedirán renuncias, se sacrificarán perejiles, se declararán lutos, se realizarán homenajes, se erigirán monumentos y se renombrarán calles. Me imagino incluso a personajes nefastos como Lubertino pidiendo prisión para meteorólogos que no anuncien tragedias en tiempo y forma.<br />
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Imagino <a href="http://www.pagina12.com.ar/fotos/20130403/diario/tapagn.jpg" target="_blank">tapas de Página/12</a> ponderando la inutilidad de Macri. Imagino <a href="http://www.clarin.com/sociedad/Cristina-Tolosa-inundacion-chica-entro_0_894510761.html" target="_blank">titulares de Clarín</a> viendo por dónde le pueden meter el puñal a Cristina. Veo en este mismo instante a los legionarios de 678 pasando, con sorna, un audio donde Rial (famoso, pero un don nadie al fin) le dice a Macri que no puede tomarse vacaciones. Veo en Canal 26 cómo pasan, una y otra vez, un video de Cristina explicando a los inundados que a ella también se le inundó la casa cuando era chica. Como si alguno de los dos dirigentes necesitara que un medio amigo o enemigo nos señale sus virtudes o falencias con una flecha luminosa.<br />
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Auguro que en dos meses vamos a estar, por tercera vez, braceando en la nada. Discutiendo si el problema es que uno es radical, liberal, <i>neo</i>liberal, peronista de Perón, peronista de Néstor, peronista de Cristina, trotskista, comunista de Fidel, comunista del Che, socialista o <i>narco</i>socialista. Revolviendo cajas humedecidas, cajones enmohecidos y videotecas antiquísimas para detectar en qué comentario cierta persona se contradijo con qué otro comentario. Haremos gala de las frases célebres más ordinarias para expresar nuestra "solidaridad con las víctimas", reclamar la "presencia del Estado", denunciar "políticas poco inclusivas", gritar que "la corrupción mata", escandalizarse por la "falta de previsión", exigir "determinación de responsables y culpables". Clamaremos por que la justicia se expida. Se pedirá que ruede alguna cabeza; alguna, no importa mucho cuál. Tendremos esos gestos inútiles como poner una cintita negra en el <i>avatar</i> de nuestras redes sociales.<br />
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Pero pasarán los días, las semanas y los meses. Para todos excepto para las víctimas directas, pronto los cadáveres y nuestra memoria de ellos se enfriará. Volveremos a preguntarnos - indefectible, tragicómica y horriblemente - si conviene poner lo que sobró del sueldo en un plazo fijo, o aprovechar la promoción de Coto para cambiar el LCD por un LED. Volveremos a quejarnos porque no podemos comprar dólares, y a creer que el drama del país es un vecino que quiere comprar dólares. No podremos evitar comprar pantalones de $800 y quejarnos por los precios de los pantalones. Iremos al bar a quejarnos de cuánto pagamos de ABL mientras saboreamos una cerveza que cuesta medio ABL. No cejaremos en nuestra queja por el precio de los servicios públicos, al tiempo que reclamamos mejores servicios. Caeremos por enésima vez en el abismo de pedir que alguien, <i>alguien</i>, se haga cargo, pero que primero alguien, la misma persona u otra, decida qué es aquello por lo que falta quien se hace cargo.<br />
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Del "que se vayan todos" no queda nada. Y durante los últimos diez años venimos escuchando que está bien que ya no queda nada, porque de las cenizas de ese grito desesperado nació una nueva política, joven, pujante y comprometida. Pero cuando se atenúa el brillo de esa promesa vacía, vemos que todo sigue exactamente igual.<br />
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Me reservo, para mi fuero interno, para alimentarlo y nutrirlo hasta que sea certeza, mi diagnóstico sobre por qué pasa esto que nos pasa.<br />
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En la Ciudad de Buenos Aires hubo 5 muertos. En La Plata, 48. Cómo puede morirse en el siglo XXI una sola persona por una lluvia, no me entra en la cabeza. No minimizo la magnitud del temporal. No digo "garúa y nos ahogamos". Pero no estamos hablando de un tsunami, de un terremoto, de un meteorito, de un ataque terrorista. Estamos hablando de <i>inundanciones </i>en los dos centros urbanos <i>más importantes del país</i>. Inesperadas, sí. Que batieron récords, sí. Pero inundaciones al fin, que ocurrieron allí justamente donde abundan los recursos como para asegurarse de que no muera nadie por un evento como ese.<br />
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Les recuerdo que esos recursos, ese dinero que surge de presupuestos que se conforman con el cobro de impuestos a las mismas personas que luego se mueren en los desastres, se dedican a disparates como Fútbol para Todos, la pelotudez de los decodificadores de Televisión Abierta Digital, el bodrio de las playas secas en el norte de la Ciudad, la estupidez injustificable de contratar al staff de Baywatch y a Emilio Disi para publicitar la playa, en inentendibles subsidios a la Iglesia Católica.<br />
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No soy la vela más brillante del candelabro, ni la pluma más hábil del cono sur. Pero si leíste acá, amigo lector, y te acordaste de que existe ese adefesio presupuestario que es Fútbol para Todos, y habiéndolo apoyado antes, no se te estrujó - un poco al menos - el corazón, sólo puedo concluir que he fallado en transmitir el mensaje, o que existe una brecha tal entre tu forma de interpretar el mundo y la mía, que esa transmisión es imposible.<br />
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Como es mi costumbre, revisando poco y nada lo escrito, los dejo hasta la próxima.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-50501658606833132532012-02-28T19:45:00.001-03:002012-10-26T16:56:06.103-03:00Los culpables, los responsables y nosotros.<br />
Hace un rato salieron las hordas a destruir la estación de Once. El catalizador fue la noticia de que dos días después del desastre se encontró un cadaver más en los escombros. Considerando que en la Argentina se prenden fuego trenes como mecanismo habitual de queja cuando hay una demora en el servicio, la reacción en este caso no parece desmedida. Si quienes comenzaron los desmanes fueron los afectados por el accidente, lo mínimo que podemos hacer es entenderlos y disculparlos. Si existe quien pretenda disculpar los intentos de incendiar la legislatura porteña por una disputa sobre una legislación en el ámbito de la educación, bien podemos nosotros darnos el lujo de disculpar a los ciudadanos indignados por la muerte de sus seres queridos, que descargan su ira como pueden.<br />
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Sin embargo, desde afuera, cómodos en nuestros sillones y por lo tanto desafectados emocionalmente, podemos plantearnos quiénes son los culpables y los responsables de esta tragedia.<br />
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Dejemos un par de cosas en claro. "Culpabilidad" y "responsabilidad" no son la misma cosa. Dejando de lado definiciones leguleyas, un culpable es alguien a quien se halla responsable por un accionar indebido en forma deliberada o negligente, mientras que responsable es aquel que, por la tarea que desarrolla, se acepta depositario de las consecuencias de un hecho inesperado. En la culpabilidad, lo importante es el carácter deliberado o negligente de la acción - o la falta de ella; en la responsabilidad, la aceptación de hacerse cargo por las consecuencias de ciertas cosas. Se puede ser responsable sin ser culpable; todo culpable es, a la vez, responsable. Entiendo que la ley penal existe para dejar establecidos los criterios por los que el sistema judicial diferencia entre culpables, responsables e inocentes. Todo aquel no encontrado culpable o responsable es, por definición, inocente. No se debería considerar a nadie culpable o responsable antes de probarlo fehacientemente.<br />
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Cuando ocurre una tragedia como la de Once el 22 de febrero, el primer impulso es salir a buscar al culpable para lincharlo. Para esa búsqueda no se aplica ningún tipo de criterio común más que lo que cada uno entienda por ética y moral. En esos momentos, para nosotros queda suspendido aquello que diga la ley. Esto es entendible. En un caso como éste, cada uno de nosotros identificará al culpable según sus propias métricas. Algunos lo hallarán en el conductor que, habiendo visto que los frenos no funcionaban correctamente, se sometió a seguir adelante porque necesitaba su trabajo. Otros, en aquellos que le indicaron que no le llevara el apunte al desperfecto. Unos, en los dueños de la empresa concesionaria por propiciar un descontrol tal donde esa desidia fuera común. Otros, en los funcionarios que permitieron a la empresa lucrar sin controlar que el servicio cumpliera con las normas básicas de seguridad. No pocos, en los gobernantes que dieron un puesto a esos funcionaros y jamás se preocuparon por verificar que cumplieran con su tarea.<br />
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Por otro lado, la justicia hará peritajes, recabará testimonios, interrogará imputados y sacará conclusiones sobre quién o quienes tienen culpa o responsabilidad. Un juez contrastará esas conclusiones con la legislación vigente, y decidirá sobre la veracidad de las acusaciones. Esto llevará meses - si no años, como en el caso del accidente de LAPA.<br />
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Mi opinión es que no podemos seguir saliendo a pedir la cabeza del primero que tengamos a mano. No estoy convencido de que el camino correcto sea pedir la renuncia inmediata de Cristina por el accidente de Once; como tampoco lo fue pedir la renuncia de Macri tras derrumbarse un edificio, o la de Ibarra cuando se incendió Cromagnón. ¿Por qué? Porque son responsables (tener el cargo que tienen o tuvieron los hace), pero no culpables. Y las responsabilidades no son absolutas ni pueden serlo; deben existir grados de responsabilidad. El presidente de un país no se puede hacer el harakiri por cada accidente de tránsito.<br />
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Lo que sí podemos hacer, lo que <i>debemos</i> hacer si pretendemos ser ciudadanos comprometidos y no meros habitantes cuya única acción civil es votar cada tanto, es exigir que el sistema judicial se active para encontrar a los culpables y les aplique la sanción que les corresponda, y que los responsables que identifiquen como tales cuando les toca el turno. No puede ser que cada vez que pasa algo así, aquel a quien pusimos en un cargo para que, justamente, asuma una responsabilidad, pretenda desligarse de ella, ignorarla, no rendir cuentas por la misma o peor aún, pasarle la mochila a algún perejil.<br />
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Este caso del tren de Once es doblemente grave, como lo fue el derrumbe del edificio en la CABA, por el simple hecho de que, en ambos casos, meses antes habían ocurrido accidentes similares. Habrá distintos culpables en cada caso, pero la responsabilidad de los funcionarios y gobernantes (que no cambiaron entre uno y otro accidente) se incrementa en forma notoria. ¿Por qué? Porque los ciudadanos nos hemos quedado con la certeza de que el primer accidente no generó ningún tipo de reacción importante. Hay discursos, llantos, declaraciones, y otras tretas dialécticas para pasar el mal momento, y después que siga la fiesta como antes. Y ahora toca el segundo - o tercero, o enésimo - y estamos convencidos de que nada cambiará jamás. Sabemos que se va a tirar un chivo expiatorio para que devoren las fieras, y todo seguirá igual.<br />
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Y es por eso que la gente quiere incendiar la estación de Once. Porque la sensación de que nada cambiará les causa impotencia, y la impotencia consuetudinaria los lleva a la furia. A falta de alguien que se responsabilice, se toman la atribución de buscar a ese responsable y ajusticiarlo en forma expedita.<br />
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Repito: esto es entendible, pero ya no puede pasar. Y no es la única cosa que ya no puede pasar.<br />
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La política es un juego perverso. Se puede jugar al truco sin mentir, pero gana el que miente mejor. De la misma forma, se puede hacer política desde la honestidad, pero para "ganar" el juego de la política parece ser necesario caer, en algún momento, en la mentira y el engaño. Y una vez que un político toma un cargo público, parte de la clave de su éxito parece consistir en la habilidad que tenga para exagerar sus logros, al tiempo que minimiza o elude sus desaciertos. Cuando hablamos de "asumir el costo político" de algo, nos referimos a asumir las responsabilidades inherentes al puesto que se ocupe, aunque eso implique perder una parte del apoyo de la ciudadanía. Nadie quiere asumir esas responsabilidades, y la política consiste en acusar a los demás de no querer hacerlo. Entonces, los que ahora están en el ojo de la tormenta pretenden explicarnos que en realidad la culpa fue de otros, y los que están del lado de afuera tratan de endilgarle a los primeros toda la culpa posible. Pasado mañana, cuando se caiga otro árbol en CABA y mate a otra nena, veremos cómo se invierte el juego: los que antes pedían no politizar y analizar sin odio, usarán todo el odio disponible para politizar; los que hoy reclaman linchamientos simbólicos, pedirán que no apresurarse para sacar conclusiones.<br />
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Se plantea hoy una discusión adicional, que excede la búsqueda de los culpables del accidente en Once, y es la de identificar quienes son responsables por haber facilitado que se estableciera un ámbito en el que ese accidente pudiera tener lugar. Un primer paso importante es aceptar que estas discusiones son importantes y necesarias; máxime en un país como el nuestro, tan propenso al abuso de autoridad y la corrupción. Pero como todo problema complejo, no tendrá una única causa; será la intersección de múltiples factores lo que terminará explicando por qué es posible que un circule un tren sin frenos.<br />
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¿Qué estoy diciendo, entonces? Que si bien no se puede pedir inmediatamente que toda la estructura gubernamental se venga abajo cada vez que hay un accidente, tampoco se puede pretender que la búsqueda de explicaciones culmine en la culpabilidad puntual de cada accidente sin hacer análisis más generales. Con la búsqueda de culpables, sancionamos a quienes hayan causado directamente el accidente; con el análisis general, tratamos de evitar que se produzcan otros.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-90734102725153538372012-02-23T14:35:00.000-03:002013-02-06T22:11:35.311-03:00Doblepensares contemporáneosYa está, la macana está hecha. El tren se la puso y los muertos, muertos están. Los únicos que pueden hacer algo ahora para que no sea peor la situación, son los médicos que están atendiendo a lo heridos.<br />
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Aquellos que para mantenernos nos dedicamos a actividades mundanas, vivimos en general adormecidos respecto a muchas falencias de la sociedad o sus conductores designados, hasta que pasa algo como la tragedia de ayer en la estación de Once. Cuando nos despertamos sobresaltados, y antes de volver a dormirnos, intentamos expresar conclusiones e indignaciones, pero sólo conseguimos limpiarnos la chorreadura de baba y balbucear recuerdos borrosos de nuestras orgías oníricas.<br />
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Reconozco que sufro de una notable tendencia al fastidio. Sin embargo, últimamente me siento bastante harto de varias cosas que entiendo deberían afectar a cualquier persona; ya sea un dormilón de la realidad, un militante lobotomizado o un ciudadano interesado por un poco más que el metro cuadrado que lo rodea.<br />
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Estoy harto de los discursos de políticos que nos describen con malabares retóricos una realidad ficticia y un futuro utópico, para mantenernos encandilados hasta el próximo sufragio, que nos insisten que no les miremos el dedo cuando nos señalan una luna de fantasía, al tiempo que planean usar ese dedo para mojarnos la oreja; de las fingidas declamaciones grandilocuentes por el sacrificio personal y las lágrimas derramadas por los desposeídos y despojados, cuando sólo buscan acopiar para sus propias arcas; de los oportunismos baratos para robar medio dígito del padrón electoral dentro de cuatro años. Todo esto me viene hartando en forma continua desde hace varios años. Pero mi hartazgo siempre tuvo la sana costumbre de verse dirigido hacia personajes lejanos: políticos repulsivos, periodistas carroñeros, opinólogos profesionales.<br />
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De un tiempo a esta parte, sin embargo, me veo superado por una nueva clase de mediocridad: la del ciudadano común. No hay redundancia en esto, dado que todos deberíamos aspirar a que el común de la ciudadanía no sea mediocre, sino excelsa, y en continua mejoría.<br />
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Esta mediocridad se empezó a ver desde que esos ciudadanos comunes (por ejemplo, vos y yo, amigo lector) tuvimos acceso a medios masivos de comunicación. A uno en particular: la gloriosa Internet. Lo que debería ser el canal más equitativo para poner en práctica la libertad de expresión que tanto pregonamos, se convirtió en un museo de mezquindades; en un fiel y perenne registro de nuestra falta de coherencia, nuestra pobre rigurosidad de pensamiento, y nuestras torpezas más evidentes. Siempre tuvimos estos defectos, pero ahora se exhiben con más claridad.<br />
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Veo con alarma cómo las personas se afanan en defender cualquier tipo de argumento bizantino, cuando ese argumento lo abraza el partido político amigo; y veo con horror cómo, cuando el mismo argumento es defendido por el partido contrario, pasan sin ruborizarse a defenestrarlo. Esta oscilación a cara de piedra entre un argumento y su contra, entre una idea y la opuesta, es una característica reconocida en políticos y diplomáticos. Pero nunca creí que iba a identificarla tan notoriamente en mis conciudadanos.<br />
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Los ejemplos son múltiples, para quien pretenda no saber de qué hablo.<br />
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Pedir que rajen a patadas a quien corta una avenida cuando le molesta para llegar a tiempo al cine, pero escandalizarse cuando se desaloja una ruta en el norte del país; conversamente, (noten la curiosa bidireccionalidad de la incoherencia) enarbolar la loable bandera de la no-criminalización de la protesta social cuando el piquete es en contra de un enemigo, pero justificar la represión cuando el objeto de la protesta es un camarada.<br />
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Exigir la horca para Macri y declamar las maldades de la derecha cuando se cae un edificio, pero pedir que no se politice la tragedia cuando un tren desbocado, cuya responsabilidad es del gobierno nacional, mata a cincuenta personas de un saque. En el otro bando, pedir que renuncie Cristina, que se quemen los huesos de Néstor y que entierren en un fosa común a los miembros de La Cámpora cuando hay una tragedia en el ámbito nacional, pero hacerse el otario cuando la desidia del gobierno de la ciudad descuida los árboles y una rama caída mata a una nena.<br />
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Machacar día y noche durante años con la causa de escuchas de Macri, pero indignarse cuando alguien sugiere que es una porquería que Gendarmería lleve un registro con datos sobre manifestantes. Desde la otra vereda, argumentar que la causa de las escuchas fue armada por el aparato político del kirchnerismo para ensuciar la imagen de aquel que - se presume - puede hacerles sombra en una elección, y declamar el retorno de la dictadura y el fascismo cuando una fuerza pública hace inteligencia.<br />
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Exigir que los productores del campo repartan sus beneficios en épocas de buenaventuranza, e invitarlos a que se jodan cuando la sequía amenaza con dejarlos en la ruina. Desde la otra tribuna, llorar que el estado se roba la renta bienhabida de la gente del campo a través del cobro de impuestos excesivos cuando esa renta es alta, y derramar lágrimas de cocodrilo porque el estado no ofrece ayuda (que surge de la renta bienhabida de otras áreas productivas) cuando la lluvia se niega a caer.<br />
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Perder la voz gritando que finalmente se ve la verdad detrás de la mentira cuando se suben las tarifas de servicios subvencionados por el gobierno nacional, al tiempo que se justifican las suba de ABL en la CABA explicando que es un sinceramiento largamente postergado. Desde el otro lado de la urna, desgañitarse en apologías de rebelión ciudadana cuando el gobierno de la CABA aumenta el subte, pero defender a capa y espada los aumentos en las tarifas de la electricidad y el gas vendiendo el panfleto humedecido de la justicia social y la repartija para los que menos tienen.<br />
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Tuve la descorazonadora epifanía de que esta bipolaridad del raciocionio no es un fenómeno nuevo, sino que recién ahora se expresa en público. No pretendo desconocer que las personas cometen errores; que en muchos casos aprenden sobre la marcha, y que la experiencia les enseña sobre los errores cometidos pasado. No es eso lo que ocurre. Se ve una total indiferencia por declararse en un error y corregirse; ya que equivocarse y mejorar se considera una atribución de débiles, tibios y relativistas.<br />
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Identifico causas bien distintas pero igualmente deplorables.<br />
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En primer lugar veo que existe una total falta de escrúpulos al momento de opinar. Que la simpleza de los métodos para expresarse en público, y una exagerada noción de la propia valía, favorecen la liviandad del pensamiento: es más importante opinar rápido, para no quedarse fuera del tema del momento, que opinar más tarde pero habiendo pensado con mayor detenimiento. No existe mediación entre el primer impulso del cerebro y la exteriorización de ese impulso. La inmediatez del medio atenta contra la calidad del contenido.<br />
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En segundo lugar, veo una clarisima ambiguedad entre dos extremos. En un extremo del espectro, una inentendible necesidad de elegir un único partido político, una única idelogía, una única forma de interpretar la realidad, y que esa elección no sea modificada nunca jamás. En el otro extremo, una total prostitución de esa misma elección. Veo que quienes parecen más expertos en las negras artes de la política y la diplomacia se mueven más cómodos en este último extremo, mientras que los más primerizos o ingenuos creen fervientemente que el primero es el verdadero. Ambas cosas fuerzan a quien las sufre, tarde o temprano, a defender una idea que en algún momento criticó o atacar otra que antes hacía suya.<br />
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Me resisto a creer que el ser humano debe declararse imposibilitado de resolver este problema. Sé que yo lo he sufrido y lo sufro de tanto en tanto, e intento de resolverlo. Pero no veo ni la menor preocupación o intención de resolverlo por parte de mis conciudadanos.<br />
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Ayer una tragedia nubló los titulares, y fue inmediata la reacción de todos los doblepensadores. En una esquina, los que pedían el fusilamiento sumario de toda la cadena de responsabilidades, desde el maquinista que seguramente estaba borracho o era un inoperante, pasando por el ministro de transporte por corrupto y llegando a la Presidenta por darle lugar tácita o explícitamente a la tragedia. En la otra, la de los relativizadores que se afanaron en explicar que un accidente es tal justamente porque no se puede evitar, que no hay que politizar la tragedia, y que los medios son corresponsables por focalizar su atención en este hecho lamentable.<br />
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Los dejo con un certero y contundente concepto que nos legó nuestro amigo George Orwell:<br />
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<i>"Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar."</i><br />
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A ver si de a poco conseguimos dejar de lado los vacíos criterios de lealtad partidaria y dogmatismo militante, y pasamos a defender ideas que creamos correctas o condenar las que nos parezcan erróneas, no por quién las enuncie, sino después de haberlas analizado con honestidad y rigurosidad.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.<br />
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<br />Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-72089332346786871822011-05-16T21:39:00.001-03:002011-05-16T21:50:12.045-03:00Las medias negrasUna de las tareas más importantes y díficiles que tienen a su cargo nuestros padres cuando nos crían es la de protegernos de los peligros de este mundo. Un aspecto de esta protección es prepararnos para, algún día, enfrentarlos solos. Intentan advertirnos sobre los potenciales horrores que se esconden tras cada esquina, al tiempo que nosotros insistimos en que hemos nacido sabiendo todo lo que hace falta para subsistir. Esta creencia falaz se fortalece a medida que crecemos. Llegamos entonces a la edad adulta con un conjunto de herramientas más o menos precarios para librar la diaria batalla que es permanecer vivos.<br />
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Existe, sin embargo, un espanto tan atroz que escapa a toda capacidad imaginativa. Nadie puede prevenirnos. Nuestros padres, maestros, amigos y consejeros han decidido ocultarlo tras un infranqueable velo de silencio, tal es el terror que les causa. No hay calamidad más desgarradora, no hay sorpresa más inquietante, no se concibe un horror que subyugue con más fueza al alma del hombre sensible.<br />
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Lo sé porque lo he vivido, amigos. Hoy - en una elongación del coraje que me atrevo a calificar de hercúlea - vengo a advertirles.<br />
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Cuando uno carece de lavarropas (ese artefacto mágico y tembloroso cuya practicidad y necesidad rivalizan con la del corazón) no le queda otra más que contratar los servicios de un lavadero. De más está decir que desde que me mudé tuve que avenirme a este tipo de locación de servicios. Llenar la bolsa de ropa para lavar no es tarea que pueda disputarle el podio a las más placenteras de la vida. Quizás algún fetichista de las suciedades corporales esté en desacuerdo conmigo, pero sé que cuento con el tácito asentimiento del resto de los mortales. Por lo tanto, trasladar la ropa del cesto donde descansa hasta que me digno rescatarla y embolsarla es algo que hago en forma expedita, sin dedicarle demasiada atención. Siempre me queda, entonces, un margen de incertidumbre respecto al contenido exacto de la bolsa. Este dato es fundamental.<br />
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Concurrí hace poco a un lavadero. Mi bolsa iba llena no sólo de ropa sucia, sino también de esperanza. La esperanza de que al día siguiente, al abrirla, me encontraría exactamente con lo había puesto el día anterior: mis remeras, mis pantalones, mis pares de medias (la palabra "pares" también es fundamental). Entregué la bolsa al caballero de rasgos orientales que se afana día a día separando la ropa de color de la ropa blanca, y me fui contento. A otra cosa mariposa. La vida rueda y rueda, en perfecta sintonía metafórica con el tambor del lavarropas.<br />
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Al día siguiente, concluida la acostumbrada y agotadora jornada laboral, hice un truece inconcebible: entregué un ticket y me dieron tres bolsas con ropa limpia. Minutos más tarde, habiendo llegado ya a mi casa (ese reducto último que nos esconde de todo el dolor del mundo, toda agresión a los sentidos, toda caradurez ajena y todo peligro), una última tarea me esperaba antes de sumergirme en una ola fresca de descanso: acomodar la ropa. Y en eso estaba, silbando con soltura, pensando qué iba a preparar para la cena, cuando ocurrió lo impensable.<br />
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Harto de tener que revolver el cajón de medias para encontrar cuál media va con cuál antes de vestirme, supuse que una estrategia más eficiente era guardarlas ya acomodadas. Inflado mi ego ante tamaña evidencia de mis dotes de estratega, comencé a poner las medias una al lado de la otra, para encontrar paulatinamente los pares. Y entonces, ¡horror! ¡Espanto de la vida! Ninguna - ¡ninguna! - de las medias tenía pareja. ¡Todas las medias eran distintas entre sí! Sutiles diferencias, por supuesto, sólo visibles al ojo entrenado. Dos medias negras aparentemente iguales, por ejemplo, se revelaron completamente diferentes al examinar con detenimiento el patrón de tejido de la tela. Aquellas dos medias azules (¡las había usado el día anterior, por todo lo que es bueno y sagrado en este mundo!) puestas bajo el microscopio, no tenían ninguna semejanza más que su color.<br />
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Con creciente desesperación volqué todo el cajón de medias sobre la cama y proseguí la investigación. Medias por aquí y por allá, colores sutilmente parecidos, texturas similares pero evidentemente distintas, tamaños coincidentes pero terminaciones sin combinación. Aproximadamente la mitad de mis medias podían organizarse en pares. El resto, amotinadas, resistían todo apareamiento.<br />
<br />
Durante un minuto miré con detenimiento la pequeña montaña de medias rebeldes. El corazón acelerado, sudor frío en la frente, una pregunta pavorosa me aquejaba: ¿dónde están las otras medias? Camaradas, nadie puede prepararte para este momento de incertidumbre.<br />
<br />
Has vivido toda tu vida con un número finito de medias. "Tus" medias. Nadie tiene más poder sobre ellas que vos. Acompañan tus pasos día tras día, abrigándote en invierno, protegiendote de esas zapatillas viejas que no querés tirar. En tu fuero interno (aunque nunca lo vas a confesar en una mesa de amigos) sabés qué medias combinan con qué pantalón. Antes de abrir el cajón sabés, simplemente sabés, cuántos pares de medias hay. Tan certero es este conocimiento, que no hablás de "medias" sueltas, individuales, solitarias y taciturnas. Hablás de "pares de medias". Un dueto que considerás inseparable, una unidad irreductible, el átomo conceptual último.<br />
<br />
Y un buen día, te das cuenta que has vivido una mentira. Tus pares de medias no son tales. Son asociaciones criminales de medias desparejas. ¿Dónde está el horror, se preguntarán? En el súbito conocimiento de que, durante quién sabe cuánto tiempo, has vestido - como quien no quiere la cosa - una media de cada tipo. ¡Y peor aún! ¿Dónde están las otras mitades del par? ¿Quién las calza? ¿Alguien te ha jugado una mala pasada, y te robó las medias que faltan? ¿O son dos las víctimas de la picardía, y cada víctima anda por la vida con una media propia y otra ajena? ¿Has vivido toda tu vida con las medias entremezcladas?<br />
<br />
Me imagino caminando una tarde de domingo por San Telmo y entrever, por casualidad, en un tobillo ajeno alguna de las medias que me falta... ¡o al dueño de alguna de las que me sobran! O quizás una tarde, al regresar del lavadero, vea que nuevamente todas mis medias tienen a su compañera exacta. ¿Dónde estuvieron todo el tiempo que les perdí el rastro? ¿Vivieron un imposible viaje épico, que comenzó en mi cajón, y las llevó a cajones desconocidos, uno tras otro, hasta que por ventura regresaron al mío?<br />
<br />
El hombre aterrado proyecta sus temores hasta el último límite imaginable. Presa de ese postulado, me pregunto: ¿es posible que ninguna de las medias que hoy están en mi cajón sean mías? ¿Que una a una, en un período de tiempo medido en años y sin que yo lo note, hayan sido reemplazadas por otras medias muy similares, hasta que todas ellas fueran las medias de otro?<br />
<br />
Hoy, puedo decir con alivio que estoy recuperado. El susto inicial ya pasó. Relato esto desde una prudencial distancia temporal y emocional. Sin embargo, cada vez que abro el cajón, mi corazón se saltea un latido. He tomado la costumbre de prestar una especial atención a detectar las medias prófugas, pero más aún a las medias polizonas que tal vez, con disimulo y sin atropello, se cuelen en mi ropero.<br />
<br />
Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.<br />
<div><br />
</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-66909687091297874462010-07-14T00:24:00.001-03:002010-07-14T00:27:27.864-03:00Intolerancia e indignaciónHoy leí dos cosas en los diarios. Primero, que hubo una marcha contra el matrimonio entre homosexuales. Segundo, que lo que se está proponiendo como "unión civil" es una figura <i>paralela</i> al actual "matrimonio", con menos derechos. Me indigné, y he aquí la reflexión correspondiente.<br />
<br />
Este tema me agota. Me agota por la intolerancia, la estupidez, la falta de educación, el oscurantismo y la poca de capacidad de análisis que revela en un sector de la población. Pero se hace menester insistir. Insistir hasta que quede claro y aunque algunos nunca puedan entender. Insistir como sea, cada uno desde donde pueda, porque <b>el cansancio de los justos es la última línea de defensa de los imbécile</b>s.<br />
<br />
Señores que han considerado prudente unirse a la deplorable y retrógrada marcha contra el matrimonio gay, pretendiendo en el camino darle tintes "positivos", atribuyéndose el cargo de defensores de la niñez, la verdad, las virtudes y todo lo que es puro en esta planeta: dense cuenta de algunas cosas.<br />
<br />
Hace algún tiempo se cometió el desliz de incluir en el texto del código civil la palabra "matrimonio". El error es entendible y hasta disculpable. Como ya hemos explicado, la relación entre la legislación y los usos y costumbres es estrecha, así como lo es - aunque cada vez menos - el vínculo entre religión y usos y costumbres. Se prestan términos, se transfieren conceptos. "Matrimonio" fue uno de ellos. Pero los usos y costumbres cambian. Hoy entendemos que la legislación debe estar - permítaseme la sutil elección de palabra - divorciada de la religión. No porque profesar una religión sea algo inherentemente malo, sino porque nuestra sociedad, que pretende ser inclusiva, igualitaria, tolerante, debe estar legislada con esos objetivos en mente, y no con las subjetividades de algunos.<br />
<br />
Parte de ese "todos" son los homosexuales. Por mal que les pese, que cierren los ojos, que se tapen la cabeza con la sábana. Los homosexuales son tan habitantes, ciudadanos, trabajadores y por supuesto tan personas como ustedes mismos. Y también los habrá tan ignorantes, discriminadores, vagos y degenerados... nuevamente, como algunos de ustedes. Poco me importa si para algunos la homosexualidad es una aberración, una degeneración o un peligro para la moral. A mi me da igual la homosexualidad, me tiene sin cuidado. No me importa. A mi entender, es en sí misma un no-conflicto. Pero <b>la única Argentina en la que quiero vivir es una Argentina que defienda mi derecho a ser como yo quiera ser, a la vez que defiende el derecho de mi vecino a ser como se le ocurra</b>.<br />
<br />
En varias cosas yerran sus criterios, señores.<br />
<br />
Eligen no entender razones. Los ménos lúcidos de ustedes dicen: "esto ha de ser así porque así lo quiso Dios". Una cobardía. Un recurso desesperado. Un camino ya tan atravesado que aburre y no conduce sino a laberintos tristes. Les pido encarecidamente que piensen. Equivóquense si hace falta, tropiecen a cada rato. Pero que cada tropiezo sea en el camino de la verdad, no en el del orgullo ciego.<br />
<br />
Cuando los forzamos a enfrentarse a las razones, pretenden que la siguiente comparación sea válida: "si tenemos que permitir cualquier cosa, ¡entonces tenemos que permitir la pedofilia!". Les imploro que dejen el cinismo. No se trata, señores, de permitir cualquier cosa. Se trata de permitir lo que es justo y a la vez impedir lo injusto. De ninguna manera es equivalente permitir el matrimonio entre homosexuales a fomentar la pedofilia. Asimilar esas dos ideas sería igual a decir "existen curas que han abusado de niños, por lo tanto vender estampitas de San Expedito es una atrocidad".<br />
<br />
El no-problema de la etimología de la palabra "matrimonio" se resuelve cambiando esa palabra por otro término. Ojalá que así ocurra, para acallar de una buena vez cualquier reclamo patético. Y es por eso que el término "unión civil" (no así el contenido de la propuesta de ley que lleva ese nombre) es muchísimo más apropiado: porque <b>lo único que vale la pena legislar son los derechos de las personas, no la forma que tenemos de referirnos a ellos</b>.<br />
<br />
Leí en los diarios de hoy el lema de la marcha contra el matrimonio gay. Dice así: "Los chicos tenemos derecho a una mamá y a un papá". Piensen, piensen un poco, por favor. Su lema es, cuando menos, débil. Tener esos chicos derecho a "una mamá y a un papá" no significa <b>nada</b> en el contexto de la ley de matrimonio gay. ¿O ustedes creen que a los chicos adoptados por una pareja de homosexuales van a ser concebidos por la Gracia del Espíritu Santo, o los va a traer la cigüeña? Madre y padre biológicos tienen, y van a tener(*). No es un derecho, señores, es un hecho inevitable de la condición de ser humano.<br />
<br />
Pero quizás me confundo, y ustedes se referían a algo como esto: "Los chicos tenemos derecho a una familia." ¡Pues familia tendrán! Y pueden estar seguros de que no será peor que tantas otras familias que cumplen con sus requisitos de género y número pero ni uno solo de los realmente importantes: alimentar a los hijos, educarlos, amarlos. Sepan que nadie adopta hijos para maltratarlos. Y dejemos de lado las profundas reflexiones de la señora Mirtha Legrand, que se pregunta con toda candidez y soltura de cuerpo si no será posible que un padre homosexual viole a sus hijos. Claro que sí, señora. Como ser posible, es posible. Tan posible (y no más) como que lo haga un padre heterosexual, o un cura, o un director de escuela.<br />
<br />
Pero quizás me dirán ustedes que vuelvo a confundirme, y que buscan para los chicos una "familia normal". Y los miraré esgrimiendo una duda, pues sospecho - ya me lo han demostrado antes - que al decir "normal" se refieren a que han proyectado su pequeña porción del mundo, creyendo que es la única válida, y que el resto era - y debía ser - igual. Ustedes quieren que "anormal" sea indistinguible de "depravado"(**), y eso no voy a permitírselo.<br />
<br />
Un último comentario. Esta ley puede ser una pantomima mediática del oficialismo, un manotazo de ahogado de la oposición, o un solapada estrategia demagógica de los Kirchner. A esta altura ya me tiene sin cuidado. Quisiera que los legisladores corrijan los errores de la propuesta de unión civil y sigan adelante con el objetivo de fomentar la tolerancia e igualar los derechos. Lo único que quiero es que (una vez al menos) nuestros legisladores desoigan el clamor de la turba enardecida e ignorante que pide la hoguera para pelirrojos y mujeres epilépticas, y se haga eco de la voz de la razón y la justicia.<br />
<br />
Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.<br />
<span class="Apple-style-span" style="color: #cccccc; font-family: Arial, Tahoma, Helvetica, FreeSans, sans-serif; font-size: small;"><span class="Apple-style-span" style="font-size: 13px; line-height: 18px;"><span class="Apple-style-span" style="color: black; font-family: 'Times New Roman';"><span class="Apple-style-span" style="font-size: medium; line-height: normal;"><br />
</span></span></span></span><br />
<i>(*) Hasta que alguien se clone a sí mismo. Va a pasar. Tarde o temprano, alguien lo va a hacer. ¿Por qué? Porque se puede. Y cuando ocurra... bueno, ese día</i><i> mezclamos las cartas y repartimos de nuevo.</i><br />
<i>(**) Sobre lo normal y lo anormal, tengo pensado ocuparme dentro de poco.</i><br />
<i><br />
</i><br />
<u>Informate un poco más:</u><br />
<ul><li><a href="http://inadi.gob.ar/wp-content/uploads/2010/07/Dictamen-INADI-Uni%C3%B3n-civil-Completo1.pdf">Informe del Inadi criticando la unión civil</a></li>
<li><a href="http://minutouno.com.ar/minutouno/nota/132165-Cientos-de-personas-se-manifestaron-en-Obelisco-en-apoyomatrimonio-gay/">Minutouno: Cientos de personas se manifestaron en Obelisco en apoyo matrimonio gay</a></li>
<li><a href="http://www.cronica.com.ar/diario/2010/07/13/38038-gran-marcha-contra-el-matrimonio-gay.html">Crónica: Gran marcha contra el matrimonio gay</a></li>
<li><a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/149372-47962-2010-07-13.html">Página 12: Ampliación del matrimonio</a></li>
<li><a href="http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-149414-2010-07-13.html">Página 12: El Senado solo tratará el matrimonio de personas del mismo sexo</a></li>
<li><a href="http://www.perfil.com/contenidos/2010/07/13/noticia_0027.html">Perfil: Multitudinaria protesta en el Congreso contra el matrimonio homosexual</a></li>
<li><a href="http://www.clarin.com/sociedad/matrimonio_homosexual_0_297570462.html">Clarín: Fue masiva la movilización de agrupaciones religiosas contra el matrimonio gay</a></li>
<li><a href="http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1284350">La Nación: Multitudinaria manifestación contra el matrimonio gay frente al Congreso</a></li>
<li><a href="http://www.infobae.com/general/526125-101515-0-Miles-personas-se-manifestaron-contra-del-matrimonio-gay">Infobae: Miles de personas se manifestaron en contra del matrimonio gay</a></li>
</ul><i>Son las noticias que encontré. No necesariamente representan mi opinión. Lo único que opino es lo que escribo.</i>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-6097482018491613352010-07-04T23:49:00.006-03:002011-11-30T01:11:37.153-03:00Contra el matrimonio gay y a favor de la unión civil.<span class="Apple-style-span" style="font-size: small;"><br />
</span><br />
<span class="Apple-style-span" style="font-size: small;">Todo evoluciona; la reflexión de la semana también. Hace poco me di cuenta de que vengo perdiendo el tiempo hace rato. Un aspecto de esa pérdida de tiempo es no escribir. Y hoy me dieron ganas de escribir, así que escribo. Pero no con el tono oscuro (por necesidad) y confuso (por elección) que habitualmente disfraza lo que publico en esta gacetilla, sino en forma más personal y directa. Será que últimamente estoy más personal y directo, y menos confuso y oscuro que cuando publiqué otras cosas...</span><br />
<br />
Hay dos preocupaciones notorias hoy por hoy en nuestro país. Uno es el mundial, con el que no voy a dilapidar mi tarde de domingo. El otro es el "matrimonio gay". De este último me ocuparé hoy.<br />
<br />
Yo no soy un virtuoso de la legislación, ni un "sucio hippie", ni un "liberal progre", ni un "conservador racional". No soy un genio pero tampoco soy la gacela más lenta. El único criterio que defiendo siempre es el de abordar un problema <b>pensando</b>, y es así como pretendo encarar este problema.<br />
<br />
Parecen existir dos "bandos" principales en esta disputa: quienes piensan que el matrimonio entre homosexuales está bien, y quienes piensan que está mal. El ejemplo más evidente de quienes piensan que está mal es la Iglesia. Su posición es clara: el matrimonio entre homosexuales está en contra del mandato de Dios y por lo tanto es malo. Por otro lado, los que creen que está bien en general opinan que debería permitirse porque los tiempos cambian, y la ley - como organismo vivo y en constante evolución - debe adaptarse atendiendo el reclamo social de inclusión permitiendo a las parejas homosexuales gozar de los mismos derechos que tienen las parejas heterosexuales.<br />
<br />
<b>Yo creo que el matrimonio tal y como está legislado actualmente no debería existir.</b><br />
<br />
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
¿Por qué discutimos sobre el matrimonio, ya sea entre homosexuales o heterosexuales? Discutimos sobre ello exclusivamente porque está legislado. Hoy por hoy nadie - excepto los fanáticos religiosos - ponderan la validez de un matrimonio judío por sobre un matrimonio católico, por ejemplo; o de un harén árabe por sobre un harén indio (si existen tales cosas). No decimos que una religión es mejor o peor; que las mujeres deban usar pollera y no pantalón; que los hombres no pueden cocinar porque es poco masculino. La cantidad de temas sobre los que la sociedad ya no discute, porque entiende que no se puede establecer un parámetro de conducta sobre cuestiones que son exclusivas del ámbito del gusto personal, crece día a día. Pero sí nos razgamos las vestiduras discutiendo sobre la moralidad del matrimonio gay y sus consecuencias legales (la más citada, el derecho a adoptar hijos). ¿Por qué nos ocupamos de este tema? ¿Es realmente necesario dedicar los recursos del estado a hablar sobre algo que debe y siempre debió objeto de decisión puramente personal? ¿Cuál es el motivo de que algo así esté escrito en el código civil? ¿Cómo llegamos a ese punto?</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Empecemos por el principio. ¿Qué significa "contraer matrimonio"? Me faltan herramientas para elaborar un estudio sobre el origen histórico del matrimonio. Pero, como dije antes, si bien no soy un genio tampoco soy la gacela más lenta. Es fácil darse cuenta de algunas cosas.</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
El mundo no siempre fue como es hoy. En algún momento del pasado no había ningún Estado, ninguna ley, ninguna religión organizada. Todas estas cosas fueron surgiendo paulatinamente, gracias a milenos de evolución del hombre y las sociedades en las que vivió. En esos milenios, la religión le puso nombre a algo que quizás ya existía o quizás no: el matrimonio. Pero la religión, siendo taxativa e inflexible como es, procuró establecer que ante Dios podían unirse sólo un hombre y una mujer, y que todo lo que estuviera por fuera de eso era una abominación. La ley hereda de la religión, y a su vez la religión hereda de la sociedad, su objetivo de normar cómo deben comportarse las personas. Por lo tanto, dado que el matrimonio es parte tan importante del comportamiento de las personas en una sociedad, la ley se impone a sí misma legislarlo. ¿Pero por qué? Por el mismo motivo por el que existen todas las leyes. Para responder a la pregunta "¿Qué pasa si...?"</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
¿Qué pasa si uno de los cónyuges muere? ¿Quién se queda con los bienes que acumularon juntos? ¿Cómo podemos estar seguros de que eran cónyuges? ¿Qué pasa si uno de los cónyuges se quiere mudar a la Antártida a nadar con los pingüinos y el otro no? ¿Quién se queda con los hijos que hubiera tenido esa pareja? ¿Quién es el dueño de la casa donde viven: uno, el otro, o ambos? Las preguntas de la forma "¿qué pasa si...?" que es necesario hacerse para cumplir con el objetivo de la ley de organizar la sociedad son muchísimas, y todas apuntan a un "caso de borde", a algo que es necesario aclarar en forma explícita para que no queden dudas y la sociedad no se hunda en el caos.</div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
La respuesta a estas preguntas (y las que surgen de la legislación sobre el matrimonio) no dependen en ningún caso de que en la definición de "matrimonio" se indique explícitamente que debe darse entre un hombre y una mujer. En ese pequeño detalle yace el origen del problema. En el género... y en el número.<br />
<br />
Y voy más allá. <b>La ley no debería hablar jamás de "matrimonio". Es un error.</b><br />
<br />
Se entiende fácilmente el origen del error: esas razones históricas que nos sugieren cómo la religión, la ley y la sociedad se fueron alimentando las unas a las otras. Y habiendo sido la religión tan importante en las sociedades durante tanto tiempo, fue inevitable que algunas costumbres de raíz religiosa (o dogmas religiosos surgidos de costumbres sociales, ¿quién sabe?) se "filtraran" en la legislación. (Por si quedan dudas, les señalo que el artículo segundo de la parte primera de la Constitución Nacional dice "El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano.").<br />
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0px; margin-left: 0px; margin-right: 0px; margin-top: 0px;">
Pero si es un error que la ley hable sobre matrimonio entre hombre y mujer, ¿sobre qué debería hablar? Si de algo ha de hablar la ley, debería ser de "unión entre ciudadanos". Y se acabó. <b>De qué género, y cuántos, debería ser irrelevante</b>.<br />
<br />
Imaginemos exageraciones. Imaginemos que tres personas (pongamos, por caso, dos mujeres y un hombre) deciden que quieren compartir su vida juntos. Imaginemos que <b>cuatro</b> personas (tres hombres y una mujer, quizás) eligieran para sus propias vidas, por el motivo que fuere y sin molestar a nadie, que quisieran llevar adelante una vida en común. Imaginemos cualquier número de personas que decida unirse (por más aborrecible o aceptable que nos parezca). Todos estos casos no estarían contemplados por el término "matrimonio", por más que se le adhiera el adjetivo "homosexual" o el adjetivo "heterosexual". ¿Por qué habría la ley de prohibirles gozar de los derechos que actualmente tiene un matrimonio?<br />
<br />
El problema clave es que la ley pretende asignar derechos y obligaciones a una figura (el matrimonio) que define de manera inflexible como la unión legal entre un hombre y un mujer. No hay razón para legislar el matrimonio más que la de asignarle esos derechos y obligaciones. El error es mayor que el de olvidarse - o desentenderse - de que existen homosexuales en el mundo; es el de asumir que solo una pareja, una pareja de un hombre y una mujer, pueden gozar los derechos y estar sujetos a las obligaciones que hoy se otorgan a un matrimonio.<br />
<br />
Vivimos en una época privilegiada, en la que la razón comienza a imponerse por sobre los dogmas, y podemos vislumbrar una legislación que no contenga una sola partícula de restricción sobre las decisiones personales de las personas. (Tal vez esté yo equivocado, y el oscurantismo nos esté pisando los talones).<br />
<br />
La pregunta que hay que hacerse para esclarecer el tema - sin escandalizarse, sin reclamar la horca para nadie - es simple: ¿para qué quieren casarse dos personas, independientemente de su género? ¿Porque se aman? Falso: si se aman, se aman más allá de que un juez de paz firme un papel o no. ¿Para cumplir con los mandatos de su religión, sea cual fuere? Posiblemente, pero para ese objetivo no necesitamos una ley. ¿Para declarar públicamente su unión, su amor eterno, la decisión que han tomado de compartir el resto de sus días (o cuantos días hayan decidido compartir)? Nuevamente, para realizar esa declaración no se requiere una ley.<br />
<br />
<b>Las personas deberían casarse "por civil" con el exclusivo propósito para contar con los derechos que la ley les otorga y como consecuencia aceptar someterse a las obligaciones relacionadas.</b> Todos los demás (las esperanzas de una vida feliz, las necesidad de pruebas tangibles de compromiso, cumplirle el sueño a la abuela antes de que se muera) quedan por fuera del ámbito de competencia de la ley. El único objetivo de establecer figuras jurídidas - por ejemplo una SRL, una ONG, un matrimonio - debería ser el de otorgarles derechos y obligaciones. Nada más. Y es por eso que la figura de "matrimonio gay" es también errónea. A esta altura ya no se debería hablar de "matrimonio" sino de la mucho más adecuada "unión civil". Y la forma válida de esa unión civil debería estar completamente orientada a los derechos y obligaciones que se le pretenda otorgar.<br />
<br />
Si el derecho a otorgar es el de "adoptar un niño", y se especifica que ese niño debe ser adoptado por un hombre y una mujer sí o sí, se está pretendiendo decir que cualquier otra forma de crianza de un niño por fuera de tener una madre y un padre es inválida. Debería prohibirse, naturalmente, el divorcio de personas que tuvieran hijos. Sin embargo, se permite. ¿Por qué? En principio, porque aún no tenemos la menor idea de qué contexto es beneficioso para el crecimiento sano de un niño. Casi diría que no sabemos siquiere qué significa "crecer sano". ¿Cuál es el criterio de sanidad? ¿Sanidad física, emocional? Es retrógrado creer que una pareja homosexual no puede criar un hijo. No porque estemos en desacuerdo o a favor de que un niño crezca en un hogar con "dos papás", como cándidamente se plantea a veces la cuestión. <b>La verdad es que tenemos bastante poca idea de qué significa criar bien a un hijo</b>. Si lo supiéramos, hace rato que no necesitaríamos cárceles. Tenemos alguna idea general de qué cosas hacer, y qué cosas no, pero ninguna de esas ideas generales sustenta que una pareja de homosexuales no pude desempeñar la tarea tan bien (o tan mal) como una pareja de heterosexuales. Y es igualmente engañoso suponer que una cooperativa de diez mujeres no podría cumplir la misma tarea. En última instancia, la ley que hable sobre la adopción debería estar completamente desvinculada de la figura del matrimonio. ¿Qué tiene una cosa que ver con la otra?<br />
<br />
Si el derecho es el de conservar los bienes cuando alguno de los cónyuges muere, ¿importa si el que murió o el que lo sobrevivió es hombre o mujer? De ninguna manera. ¿Y entonces por qué la ley habla en esos términos? Simplemente porque se trasladó a esa ley una costumbre social sin pensar que esas costumbres cambian.<br />
<br />
Los argumentos a favor de prohibir el matrimonio entre homosexuales no son malos porque pretendan establecer qué está bien o mal desde un punto de vista religioso o moral. No veo ningún problema en que la Iglesia condene la homosexualidad con el eterno castigo de un infierno incalificable. Al fin y al cabo, apoyar la libertad de acción implica aceptar que cada uno opine lo que le plazca. Pero una cuestión legal debe abordarse con argumentos legales, y el "matrimonio gay" es una cuestión meramente legal.<br />
<br />
En resumen:<br />
<ul>
<li>La actual legislación está teñida por usos y costumbres de la sociedad (lo cual es perfectamente entendible) y por evaluaciones morales dictadas en por la religión (entendibles pero criticables).</li>
<li>Hoy deberíamos estar en condiciones de desacoplar nuestra legislación de esos lineamientos morales que pretenden pautar decisiones de los ciudadanos, decisiones que en la realidad sólo tienen efectos en sus vidas privadas y deberían estar excluidas de una normativa legal.</li>
<li>La discusión sobre el matrimonio homosexual tal y como está planteada yerra la única cuestión de fondo que me parece discutible en la sociedad moderna y en el ámbito del Poder Legislativo: ¿por qué la ley debería prescribir qué tipos de uniones entre personas son válidas según ciertos parámetros (por ejemplo, el género de los individuos constituyentes de esa unión, o su número, o su altura, o su color de pelo, o sus gustos musicales, etcétera), teniendo en cuenta que el objetivo de definir y normar esas uniones es otorgarles derechos y asignarles obligaciones, que en rigor no están relacionados de ninguna manera con esos parámetros?</li>
</ul>
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<div>
Como último comentario, <b>estoy completamente de acuerdo con quienes dicen en que este tema no tiene absolutamente ninguna urgencia</b>, pero por motivos tal vez distintos. El objetivo de ellos es barrer esta discusión bajo la alfombra. El mío es que entiendo que esta discusión se usa como excusa para barrer bajo esa misma alfombra otros más graves, más primarios . Y voy a poner un ejemplo que es absolutamente indiscutible: mientras exista un solo chico que viva en la calle, todos nosotros (homosexuales, heterosexuales, metrosexuales, asexuales, eunucos, vírgenes, masturbadores compulsivos, partidarios del sadomasoquismo, opinólogos de la sexualidad ajena) deberíamos sentirnos embargados por una indignación y una furia ciudadana tales que no deberíamos permitir que ninguna institución gubernamental abordara ningún otro problema hasta que no se resolviera éste.</div>
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<br /></div>
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Pero sobre el tema de las prioridades de las organizaciones de gobierno me explayaré en otra oportunidad...</div>
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>
</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-54362548442492534472010-01-04T23:32:00.005-03:002012-01-01T19:44:10.274-03:00Adiós, Gitano queridoOcurren en la naturaleza fenómenos que se repiten incansablemente. Desde hace eones, ciclos imperturbables marcan el ritmo ineludible de la existencia. Describiendo un patrón fractal, se evidencian tanto a escala cósmica como infinitesimal. Principio y fin, creación y destrucción, nacimiento y muerte: sean tal vez éstos los más notorios y a la vez los más habituales.<br />
<br />
Una bacteria, un pez, el óceano en el que éste nada, el planeta que contiene el océano, la estrella que ilumina el planeta, la galaxia en la que la estrella se afana en revoluciones ígneas, el universo mismo: todo es creado y eventualmente destruido. Cada nacimiento viene signado por la irrefutable certeza de una muerte. Cada muerte señala el camino para el nacimiento de algo nuevo. Toda rebelión es fútil, pues no hay escape posible. La materia se degrada para luego ya no ser más. La energía se agota, se rinde siempre ante la oscuridad. La entropía es el único amo.<br />
<br />
La muerte es el límite más claro que tenemos para regir cualquier medida, para describir cualquier condición, para planificar cualquier actividad. No hay caminos con recodos más allá del umbral final. Nadie pospone alegrías para aquel día en que ya no sea.<br />
<br />
Si esta conclusión infranqueable está tan íntimamente unida a la condición de ser, si la experiencia nos demuestra que todo lo que es habrá algún día de trocarse en otra cosa, muriendo para no ser ya aquello que era, si vemos que esto esto ocurre una y otra vez, afectando a todo y a todos por igual, sin discriminación ni misericordia ni odio ni empecinamiento, ¿por qué sentimos que la muerte es una tragedia? <br />
<br />
No siempre la culminación de algo nos produce horror. Sólo nos emociona el fin de aquello que es único, que no se repetirá jamás en toda la vastedad del tiempo y el espacio. Nos atormenta entender que una persona o una cosa determinadas nos dejarán para siempre, y que la comunión que con ellos teníamos no podrá reproducirse nunca más, que lo único que nos quedará como consuelo será el recuerdo que de ellos tenemos.<br />
<br />
La única desaparición que conmueve es la de aquello que fue único.<br />
<br />
Todo perece, pero algunas muertes son mitigadas por lo sencillo que resulta sustituir lo desaparecido por una copia que ocupará exactamente el mismo lugar en nuestra consideración. ¿Se rompe un vaso? A la basura y ya. ¿Has perdido tu llave? Pues el cerrajero no te devolverá la misma llave, pero te dará una exactamente igual, y no llorarás una sola lágrima por la llave perdida. ¿Te vistes de luto por el asesinato de un pollo para alimentarte? Por supuesto que no.<br />
<br />
Sin embargo, cuando a través de darle relevancia a algunas cosas en nuestra vida, éstas se hacen únicas para nosotros y una copia no es un sustituto aceptable, entonces tememos la desaparición de esa cosa.<br />
<br />
El temor a la muerte es la consecuencia de conocer lo irremplazable que será algo una vez desaparecido.<br />
<br />
Por eso nos dice el poeta que cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. Por eso caemos de rodillas cuando se quiebra un amor. Pueden quedar recuerdos maravillosos. Podemos saber que el destino pondrá en nuestro camino un nuevo amor, equivalente o mejor. Pero ese amor ya se ha ido. Es por eso que cuando un ser querido fallece nos embarga una desazón que nos conmueve hasta las lágrimas.<br />
<br />
Todo lo hacemos para evitar este dolor. Luchamos con todas nuestras fuerzas para conservar aquello que creemos nunca podrá ser reemplazado. Fingimos olvidar que el final habrá de llegar algún día. Inventamos continuaciones mágicas, para restar importancia a ese final. Si la esencia de una persona, aquello que la hace única e irrepetible, no hay de desaparecer; si hay una continuación para el alma, ¿a qué sufrir?<br />
<br />
Pero el hombre insiste. Su porfiada rebelión ante la muerte, su esperanza ciega en la continuación de la existencia, lo hace único entre otros seres. La unicidad de esta esencia es lo que nos hace especiales; sin ella, la muerte de ninguno de nosotros sería trágica. Cualquier deceso sería comparable a la extinción de una vela con la brisa irrefrenable del tiempo.<br />
<br />
Al sufrir por la muerte de nuestros congéneres honramos la escencia de nuestra especie.<br />
<br />
Desde esta esquina de reflexión te decimos adiós, Gitano querido, transeúnte habitual de la vereda de luz.<br />
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Un beso, un abrazo, una caricia o un apretón de manos, según correspondaMartín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-54035706855466736492009-09-14T21:44:00.003-03:002010-07-07T15:34:30.801-03:00Sobre el sufragioAl principio fue la opresión y la oscuridad. Las monarquías y los imperios. La sangre azul y nosotros. Las ideas del pueblo se restringían a la intimidad, a murmullos escondidos con olor a subversión ante el distinguido olfato oficial. Las reverencias y alabanzas brillaban con hipócrita fulgor en los ojos de los súbditos al pasear reyes y magistrados sus coronas de oro entre la dignidad vestida de arado y hambre, al tiempo que sus corazones latían desesperanza a sus músculos y voluntades con espasmos de resignación. El único derecho era el de servir y honrar a otro.<br />
<br />
La historia fue escrita con la sangre de los mártires que entregaron sus vidas por anhelos ajenos. Ambiciones precarias y grises marcaron la intensidad de sus miserias, y la opulencia de palacios y adornos era complemento natural de la carencia de los oprimidos. Durante miles de años respiraron un único deseo las bocas sedientas de millones de esclavos, campesinos, indigentes, enfermos, moribundos. Un único deseo que era llaga y esperanza, dolor y ansia eterna de libertad.<br />
<br />
Pero la revolución triunfó al fin. Los oprimidos vencieron al dragón con guijarros y ramas, con ideas y con voluntad, con sangre y miseria. Decidieron su futuro por fin, y establecieron las normas primeras: democracia y libertad.<br />
<br />
La fórmula fue válida y genial. Los textos se inflaron de derechos adquiridos; los ciudadanos - otrora súbditos, esclavos - aceptaron sus obligaciones con el orgullo de sus heridas ante la posteridad. La magia fue posible durante un día, dos, tres. Luego un mes cayó del calendario y la revolución no fue lo fue ya, y se denominó a sí misma gobierno. Los años se pisotearon y la realidad brillaba de constituciones republicanas.<br />
<br />
Pero los Otros volvieron a encontrar la forma de erguirse, de tapar su pestilencia y hacernos creer que era la dulce fragancia de la verdad. Esta vez dejaron de lado la careta de faraón y se disfrazaron de industria, de calidad de vida, de capitalismo. No informaron amablemente acerca de una increíble cantidad de artefactos que debíamos adquirir cuanto antes para avanzar. Sin preguntarnos hacia dónde necesitábamos avanzar de forma tan urgente, ahorramos el fruto de nuestras horas y pagamos lo que pudimos. Pero resultó ser que no era suficiente, que el futuro era más caro que las estimaciones primeras; pensamos que era una lástima, y que no nos quedaba otra más que seguir siendo simples y cercanos a la vida. Fue entonces cuando ellos nos presentaron una solución; se vistieron de camisa y corbata y nos introdujeron al mágico mundo del debe y el haber, del interés compuesto y de la hipoteca.<br />
<br />
Nos prestaron su dinero para que pudiéramos comprar artimañas cuya única finalidad era facilitarnos el pago de los intereses de tanta amabilidad; y nosotros, distraídos entre firma y firma por la magnificencia de dispositivos tan milagrosos como inútiles, olvidamos la esencia de aquel trato. Pronto fuimos súbditos otra vez. Los palacios eran ahora verticales orgullos de cristal, y las cadenas que nos ataban, contratos y libros contables.<br />
<br />
Una verdad nos mantenía en pie; una verdad nos daba esperanzas: el derecho más grande que pudiéramos tener; el derecho que habíamos ganado a fuerza de guerras y muerte. La democracia parecía escudarnos de todo mal, de todo abuso. Y cada vez que votábamos creíamos estar vejando a todos esos atorrantes que querían venir a robarnos nuestra alegría junto con las joyas de la abuela y los enanos del jardín.<br />
<br />
Pero ellos ya estaban ahí, también. Ellos ya llevaban certificados oficiales en sus bolsillos, ya podían estacionar en cualquier parte, ya podían hacer lo que quisieran.<br />
<br />
Y cuando nos dimos cuenta, quisimos votar. Votar en contra de ellos, votar a cualquiera menos a ellos, a los Otros. Y vimos que en cada boleta había un nombre extraño, un nombre ajeno, un nombre que no era de ningún vecino. El cuarto oscuro fue un poco más lúgubre ese día, perdiendo toda su identidad como santuario de la libertad.<br />
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Nuevamente la revolución aleteó en el corazón del pueblo. Estando los términos de la lucha restringidos a un ámbito pavimentado sobre las bases de la equidad, los derechos adquiridos y la libertad de opinión, la batalla fue en los comicios; nuestras armas, el voto en blanco, el voto impugnado, el voto como grito de indignación y bronca. Sonriendo, ellos se acomodaron en sus sillones oficiales y siguieron jugando al truco. Conocedores de una verdad eterna, vaciaron la botella de whisky y nos hicieron pagar la cuenta con el impuesto al caramelo.<br />
<br />
Mientras se jugaban nuestro futuro en un falta envido, pensaban en los ciclos del mundo, en generaciones de esclavos que habían roto sus cadenas. Pensaron en los nietos de esos esclavos que, a fuerza de renegar del derecho magnánimo y superior que habían heredado, se habían encadenado a sí mismos. Sonriendo, siempre sonriendo en la sombra, volvieron a repartirse las cartas que habían debido perder durante un par de décadas, para poder apoderarse de todo el mazo al fin.<br />
<br />
Y nosotros, navegando en encuestas y tendencias, rencorosos del vecino y la familia, quebrados y secos de voluntad, sólo supimos seguir empujando la rueda.<br />
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Un beso, un abrazo, una caricia o un apretón de manos, según correspondaMartín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-86122666813195788972009-08-14T01:20:00.005-03:002010-07-07T15:36:53.791-03:00Teoría general de las personas (parte tercera)Gacetillas y panfletos:<br />
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Ha visto el mundo épocas más oscuras que ésta que nos toca vivir. Medimos la intensidad de esa oscuridad a través de métricas que están indefectiblemente unidas a nuestro presente. Nuestras nociones sobre la ética y la moral, el bien y el mal, el deber y los derechos, la justicia y el crimen, no son universales e inmutables. Nacen, crecen y mueren junto al lento devenir de la historia humana, de manera tal que lo que hoy es un derecho impertubable como las montañas, mañana habrá de ser un crimen que ni el más vil de los hombres se atreverá a cometer.<br />
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Cómodamente establecidos hoy en el futuro que ayer tratábamos de adivinar, podemos identificar qué circunstancias han cambiado desde los remotos siglos en que el hombre creyó prudente registrar los aconteceres cotidianos para deleite de sus descendientes. En ocasiones nos maravillamos por la majestuosidad de obras que han fraguado en las arcillas inconstantes del tiempo, como firmes testimonios de la capacidad creadora de hombres grandes. Otras, nos indignamos ante horrores que desafían la comprensión del alma piadosa, sin poder entender cómo pudieron las estrellas permitir afrentas tales a todo sentido y razón.<br />
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El consenso general parece ser que la humanidad está hoy mejor que lo que estuvo ayer, a pesar de que un breve análisis de la realidad nos sugiera que por cada avance hubo un retroceso, por cada éxito genial una lamentable derrota.<br />
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Como siempre, hoy desafiaremos una idea con análisis parabólicos y conclusiones tangenciales. Erigiremos alguna conclusión apresurada y huiremos despavoridos ente la primera sombra de antagonismo. Hablaremos sobre uno de los pilares de la sociedades contemporáneas, uno de los preceptos más básicos forjados tanto en constituciones de repúblicas como en reglamentos de consorcios y en estatutos de centros de estudiantes: el derecho de las personas a tener ideas propias, aún cuando esas ideas estén con conflicto con las de otros. Generalizando aún más: el derecho a ser diferentes con respecto a casi cualquier adjetivación a la que pueda ser sujeto un hombre. <br />
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Altos y petisos; gordos y atléticos; inteligentes e idiotas; sensibles y rústicos; capaces e ineptos; homosexuales, heterosexuales y asexuados; apáticos y simpáticos; lúgubres y divertidos; sosegados e hiperactivos; revolucionarios y mediocres; incisivos y conciliadores; brutos y afables; judíos, budistas, cristianos o adoradores del Chupacabras; locuaces y escuetos. Todos gozamos - al menos formalmente - de libertad de voto, expresión, culto y tránsito. Todos podemos vestir las ropas que queramos, escuchar la música que nos resulte más suave, leer los libros que se nos antoje, juntarnos con quien nos plazca, irnos cuando algo nos disgusta, plantarnos cuando nos consideramos víctimas de la injusticia, o no hacer ninguna de estas cosas si queremos deslizarnos por la vida como gusanos y perdernos en la niebla final sin dejar rastros.<br />
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Nacemos en blanco, un tapiz baldío sobre el que nosotros mismos hemos de dibujar la persona que queremos ser. Nadie debe juzgar tus colores, amigo. Tú no puedes juzgar los ajenos. No hay combinación inaceptable, pues todos los arcoiris están permitidos. No hay molde ni regla. Todo es válido en este mundo sin fronteras ni escrúpulos. Es proscrito quien, puesto frente a alguna cualidad de un vecino que halla inapropiada o desagradable, tiene la mala fortuna de abrir la boca y expresar su desacuerdo. Porque ¡oh caramba! ¿cómo habría uno de no aceptar al prójimo tal y como viene, con sus fortalezas pero también sus defectos, sus aciertos y sus pequeñas vilezas? <br />
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Es curiosa la progresión que siguen ciertos transeúntes de verdadas nubladas, quienes se escandalizan ante la menor crítica. Se abrazan a la noble idea de defender la diversidad y abrazar la aceptación, de no doblegarse ante la intolerancia. Comienzan: "¿Quién se cree usted que es, caballero, para desaprobar el peinado de mi cuñado?", "¿a quién le ha ganado usted, señorita, para reirse de mis zapatos?". ¡Si tan solo se detuvieran ahí! Pero no; está en la naturaleza del hombre conducir al enemigo a la máxima humillación. Continúan: "Usted es un salvaje, un prepotente. ¡La intolerancia también es violencia!" Claro que sí, pero qué fácil es trocar la efervescencia en pasión; y qué sencillo que la pasión se desboque, eclipsando la razón. Terminan: "¡Mejor mándese a mudar, intolerante de cuarta! ¡¡El mundo está como está por hijos de mala madre como usted!! ¡¡AGÁRRENME, AGÁRRENME QUE LO MATO!!"<br />
<br />
Con sutil alquimia, el ofendido convierte su lucha contra la xenofobia en un ejemplo perfecto de contradicción, pues ataca una opinión diferente a la suya esgrimiendo el argumento de que las opiniones no se condenan, por distintas que sean. Poco importa aquí cómo valore cada uno la opinión refutada. Lo que sorprende es la falta de coherencia. Es irrelevante que el otro sea un canalla, porque la contradicción se mantiene.<br />
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Hemos reflexionado sobre el conflicto entre los hombres, suponiendo que acaso sea inevitable, y que tal inevitabilidad sea quizás deseable. Hemos ponderado los momentos en los algunas personas toman un conjunto de criterios para evaluar a sus semejantes; pero cuando deben evaluarse a sí mismos, mutan esos criterios o los abandonan por otros nuevos, ya por inoperancia, ya porque experimentar el objeto bajo juicio es condición necesaria para juzgarlo. Decimos hoy que aquí y allá, en salas pobladas por gente entendida o por zopencos, se da un curioso caso de conflicto. Un hombre critica a otro. El primero siente (tal vez con certeza) que su libertad de elección está siendo ofendida a través de esa crítica. Evalúa que algo debe hacer para poner a su interlocutor en vereda y - he aquí su error - el arma que usa es acribillar la libertad de su oponente, invalidando en ese mismo acto su propia libertad.<br />
<br />
El problema excede la espiral semántica; se refiere a la forma en que afrontamos situaciones de conflicto y los elementos que utilizamos para resolverlos.<br />
<br />
Por supuesto, no debemos descartar factores de índole práctico; no pretendemos modelar a un hombe con una máquina de Turing colosal, que nunca se desvía del programa preestablecido. Más habitualmente de lo que sería deseable se encuentra uno con miserables que no tienen ningún escrúpulo en socavar toda construcción social para alimentar su cinismo y su sensación de autosuficiencia. Se enajena uno ante estos individuos. Con ciertos imbéciles no puede razonar el hombre sensible, y encuentra que su arsenal de buenos modales y razonamientos impolutos no le alcanzan para superar los volcanes de indignación que presionan contra su pecho. En el afán de resolver una injusticia comete la torpeza de caer en otra, si bien menor en gravedad, y en esa diferencia podemos hallar lugar para la disculpa. <br />
<br />
Pero otros (¡ay, siempre los Otros!), enceguecidos por el estupor de hallarse ante una situación de conflicto, parecen cesar toda actividad cognitiva perceptible y se arrojan sin paracaídas al abismo de la incoherencia. Constituyen una liga que insiste en defender sus derechos a capa y espada. Aciertan en que la defensa de esos derechos debe ser inexorable y perenee, pero yerran al elegir el arma: su espada tiene dos filos, y el más agudo apunta siempre hacia adentro.<br />
<br />
El concepto de libertad no puede referirse al individuo aislado, independizado por completo de la sociedad. Tal individuo no existe. De existir, la palabra "libertad" no tendría significado para él, como tampoco lo tendrían sus antónimos: opresión, persecución, cautiverio. Por lo tanto, debe ser definida en función de la relación que existe entre los individuos sobre los que versa. Y toda relación tiene, al menos, dos extremos. Si al definir uno de los aspectos de la libertad sólo consideramos un extremo (en este caso, el derecho de cada uno a tener sus propias opiniones) olvidando el otro (la consecuencia natural del primero: que casi forzosamente habrá alguien con una opinión distinta), entonces la definición está amputada.<br />
<br />
La frase "cada uno tiene derecho a ser como es" es correcta, pero también sutilmente confusa. Sin más aclaraciones, hace creer al desatento que su libertad es infinita e ilimitada: una clara imposibilidad. Los límites de la libertad están implícitos en el concepto que representa. La relación entre los hombres no puede implicar jamás que cada uno haga lo que quiera, de la manera que se le antoje, en el momento que se le ocurra. Si se cruzaran dos personas con intenciones contrapuestas, ¿cuál de las dos debería poder ejecutar la suya? ¿Ambas? La contraposición implica que no es posible. ¿Ninguna, entonces? ¡Entonces no son libres!<br />
<br />
Esto no significa que la libertad no exista; significa que la palabra se refiere a otra cosa: al concepto que define las cosas que uno puede hacer, y por extensión aquellas que no puede hacer para permitir a sus congéneres hacer las primeras. Podemos decir incluso que en el concepto de libertad es más importante establecer ese límite de manera satisfactoria que enumerar las acciones que permite.<br />
<br />
La posibilidad de cada uno de albergar las ideas y gustos y preferencias que quiera, entonces, debe por fuerza estar limitada, dando lugar a que otros gocen del mismo derecho.<br />
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La detección del disentimiento no debería disparar una automática condena del antagonista; más bien, debería llamarnos a la reflexión, a la argumentación a favor o en contra, a la búsqueda de terrenos en común. En última instancia, si esos territorios no existieren, a una afable declaración de insolubilidad. Pero nunca jamás debería uno pedir la horca para aquel que se declara en desacuerdo. <br />
<br />
Si hoy pides ejecución sumaria para un imbécil, amigo, no te sorprendas si mañana el imbecil eres tú, y el coro reclama para tí el cadalso.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-67796854194316920112009-07-15T01:02:00.013-03:002010-07-07T15:38:47.291-03:00Teoría general de las personas (parte segunda)Piñatas y bombuchas:<br />
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Llegamos a este mundo con un vacío total de conocimiento e ideas. Posiblemente sean las primeras sensaciones del recién nacido un frescor desconocido, una ilumninación alienígena, las estridencias voluptuosas de un entonrno que le es foráneo. Pero es imaginable que no sean estas sensaciones en sí mismas lo que más afecte al alma nueva; tal vez el llanto que las comadronas buscan como prueba de salud sea causado por la súbita revelación de que su mente se halla destilada de todo conocimiento. <br />
<br />
Ha de dedicarse el niño el resto de su vida al afanoso trabajo de sustituir ese vacío por completitud. Buscará también reemplazar el llanto inicial por otras mil formas de anunciar su descontento a un universo que no le dedica sino indiferencia. Las herramientas que usará para tal empresa serán: sus sentidos, el portal a través del cual la naturaleza intentará transmitirle sus secretos; su capacidad mecánica de afectar los objetos que lo rodean; su sensibilidad, que usará como recordatorio de que sigue vivo porque aún queda vacío por conquistar, con la que buscará consuelo en los inevitables momentos en que la tarea le pareza inabarcable; su intelecto, que entrenará para descubrir nuevas formas de acopiar sabiduría con la cual rellenar aquel páramo desértico que le tocó en suerte al nacer.<br />
<br />
Lenta pero inexorablemente nuestra especie ha a aplicado estas herramientas a incontables disciplinas con la esperanza de aumentar siquiera un ápice su conocimiento. Hemos descubierto métodos magistrales para que el fruto de tan arduos esfuerzos perdure en el tiempo, excediendo la vida del individuo que lo procure originalmente, perpetuándose como capital inalienable de nuestros sucesores.<br />
<br />
Por fortuna, no todos los hombres exploran las mismas áreas de la naturaleza. Están los que intentan alcanzar la profundidad última del espacio y la minimalidad máxima de las componentes básicos de la materia. Están los que se bastan con representaciones abstractas y analizan la posiblidad de todo sin necesidad de que nada pase por sus manos. Existen quienes tratan de combinar ambas formas en una visión totalizadora del entendimiento de la que nada escape y con la que todo pueda ser explicado.<br />
<br />
En un territorio aislado, rodeados por océanos indómitos en los que los capitanes más temerarios no osan siquiera lavar sus camisas, habita la legión de aquellos que intentan desenterrar los secretos del comportamiento humano. Su dedicación es analizar al prójimo, interpretar sus palabras, contrastarlas con sus acciones. Elaboran un arcoiris de posibles explicaciones en el afán de determinar con el menor error posible cuál es la cabal esencia del hombre en general y de cada persona en particular.<br />
<br />
Todos somos en mayor o menor medida estudiosos del vecino. Esta tarea - sea conciente o no - nos permite relacionarnos y formar comunidades. Si el océano que separa a los unos de los otros fuese infranqueable no habría posiblidad alguna de comunicación.<br />
<br />
Debemos lamentarnos de haber conseguido, hasta el momento, menos éxitos que fracasos. Mientras que pensadores aplicados a otras problemáticas superan una y otra vez los límites alcanzados sus predecesores, quienes se asoman al abismo del alma humana pronto se alejan embargados por el vértigo. Múltiples son los problemas que el hombre se ha planteado sobre sí mismo una y otra vez desde que supo diferenciarse de las rocas que pisaba o el agua que bebía, y curiosa es la fatalidad en la que se sumerje a cada paso la empresa de resolverlos.<br />
<br />
¿Qué es el amor? Dirá un adolescente que es los muslos de su compañera de banco; una anciana que lo ve en la sonrisa de sus nietos, un gobernante que lo oye en el clamor ardiente de su pueblo; un creyetente que lo adivina en cada brizna de hierba y en cada amanecer. Insistirán los románticos en que el amor es poder renunciar al amor para favorecer al amor del amado. Entenderá un padre que creía saber lo que era el amor, hasta que su hijo lo miró por primera vez. ¿Existe el alma? Hablarán algunos sobre reencarnaciones cíclicas y eternas, otros sobre mediciones realizadas en momentos fundamentales. Dirán algunos que la han perdido en la guerra y otros que la han entregado a su amada. Explicarán aquellos que es un préstamo prendario del creador original y que en la hora final seremos embargados y habremos de pagar con intereses; refutarán éstos que es una llama que se enciende de la nada y hacia la nada eterna se consume. Jurarán los cínicos que ni el amor ni el alma existen, pero que en el remoto caso de existir, es el amor el cincel macabro con el que un espíritu negro separa al hombre poco a poco de su alma. Juraremos nosotros que el amor existe y no sentiremos la necesidad de justificarnos.<br />
<br />
La lista es tan extensa como personas quieran leerla.<br />
<br />
Entre tantas dudas que no hallan saciedad, es fácil atorarse y no saber cuál atacar primero. Se pregunta uno si la verdad valdrá la pena. Pero la verdad siempre vale la pena; aunque a veces el boleto para alcanzarla sea impagable. Habiéndonos preguntado en la edición anterior acerca de las causas del conflicto entre los hombres y su posible necesidad como agente instigador de la diversidad, proseguimos hoy nuestra alocada aventura de rellenar el vacío que nos recibió al nacer analizando una curiosidad de las personas; curiosidad con la que nos hemos topado una y otra vez en las gentes más disímiles.<br />
<br />
¿Por qué será, camaradas, que todos y cada uno de nosotros sufrimos la irrefrenable tentación de juzgar al prójimo con un conjunto de reglas absolutamente disyunto del que empleamos para juzgarnos a nosotros mismos? ¿Por qué será que sólo parecen superar esta tentación los santos, los profetas y los mártires, virtuosos en cualidades que el resto de nosotros tenemos diluidas? En esta época de libertades exacerbadas resulta ofensivo hacer referencias directas a conciudadanos contemporáneos, y mucho más si es para ejemplificar condiciones nocivas de la existencia. En esta columna valoramos los laberintos referenciales, ocultando la identidad de los aludidos en tormentas metafóricas de calidad cuestionable: nuestro pequeño aporte a la conservación de los protocolos sociales imperantes. No diremos, entonces "fijate que este tipo Juan Perez que conocí hace años hizo tal o cual cosa". No publicaremos direcciones postales ni números telefónicos ni cuentas bancarias. Nos limitaremos, como siempre, a disparar con balas de salva.<br />
<br />
En conversaciones con amigos es habitual que se refiera algún acontecimiento, mientras se ameniza la velada con destilaciones o fermentos compadres del paladar. Busca casi siempre quien habla obtener de sus colegas una conclusión. Y uno, como buen amigo que es, intenta dar lo mejor de sí al elaborar esa conclusión respondiendo a la pregunta "¿qué hubiera hecho yo?" de la forma más honesta y sensata posible. O la pregunta a responder sea tal vez "¿esto que ha ocurrido es algo bueno o algo malo? ¿debe ser festejado o censurado?". Sin importar cuál fuere el caso, con el mismo empeño aplica lo que ha aprendido durante su vida a esta situación - que le es ajena, no olvidemos esto - y finalmente emite su juicio: "yo hubiera hecho tal cosa"; "eso que ocurrió es despreciable"; "de tal embrollo no se podía esperar solución mejor".<br />
<br />
Vemos la expresión de juicios similares a toda hora del día por parte de todas las personas: en los comentarios más inocentes, en los gestos más disimulados, en inflexiones sutilez de la voz. Existe incluso una horda de individuos que gozan haciendo públicas sus opiniones sin que nadie haya tenido antes la amabilidad de solicitarlas. Y uno recopila estos juicios de forma más o menos automática como parte del procedimiento para entender a sus congéneres. Luego inducirá: "si Juan Perez dice que X es malo, creyendo yo que Juan Perez quiere hacer el bien, entiendo que evitará hacer X".<br />
<br />
No nos intriga tanto que el señor Perez demuestre luego que puesto él frente a X no lo rehusará, sino que más bien lo abrazará como a un ídolo que tuviese la facultad de otorgarle vida y riqueza eternas. Lo que queremos saber es por qué cree este buen hombre que el mismo razonamiento que usó para decidir sobre una situación ajena no es válido cuando la misma situación le es propia. Interpelado, apresura explicaciones que intentan desigualar las premisas iniciales. Relativiza factores fundamentales. Cancela rotundamente términos críticos. Se ofende. Se llama al silencio. Invoca protecciones mágicas para sí mismo cuando no las aceptaba para terceros. En el peor de los casos, olvida su posición inicial y afirma haber tomado partida por la contraria, jurando sobre textos sagrados e invocando el nombre de parientes cercanos. Si se ve acorralado, prefiere darse a la fuga antes que aceptar la derrota. No dice "creo que me he equivocado, ruego su perdón". Dice "usted, caballero, no me entiende".<br />
<br />
Tampoco llama nuestra atención saber que nosotros mismos hemos caído en la misma desgracia en repetidas ocasiones.<br />
<br />
¿Qué es lo que falla? ¿La interpretación original, o la aplicación posterior de la conclusión obtenida? ¿Será que es imposible evaluar cierto tipo de cosas hasta que nos ocurren a nosotros mismos? ¿Existe una porción de la experiencia que es inalcanzable por el mero uso de la razón? No nos referismos a purismos metafísicos, a formalidades de procedimiento. Nos preguntamos si para entender algunas cosas es condición necesaria haberlas vivido antes. Las consecuencias de tal idea son aterradoras. En principio, de ella se desprende que es imposible enseñar algunas cosas. Que el alumno está condenado al fracaso por la naturaleza misma de su objeto de estudio: no es estudiable hasta que haya sido experimentado, mientras que experimentarlo sin conocerlo equivale a tropezarse con él y caer. Pero más difícil es averiguar cómo hemos de ponernos de acuerdo sobre cuáles cosas entrarían en esta categoría y cuáles no.<br />
<br />
El hombre cambia a cada momento. La experiencia alimenta este cambio. Un resultado del cambio es la variación de las opiniones, su refinamiento y mejora. Es entonces factible que al vivir una situación nuestra percepción de ella cambie. Hemos de entender entonces que las personas utilicen la experiencia misma como la única forma de mejorar sus juicios. ¿Quien puede decir que sabe qué es el amor sin haber amado?<br />
<br />
Por otro lado, si existen cosas que no debamos experimentar a priori para poder entenderlas, debemos aceptar que alguien pueda opinar sobre cosas que nos han ocurrido a nosotros y tenga razón mientras nosotros estemos equivocados. Negar estas cosas cuya evaluación debería ser invariable implica aceptar que todo es subjetivo, y entonces el acuerdo entre dos personas es torna prácticamente imposible. ¿Debes tú asesinar para entender es algo condenable?<br />
<br />
Se ve superada nuestra capacidad cuando queremos alcanzar una respuesta satisfactoria.<br />
<br />
Existen, por supuesto, seres superiores que saben mantener un constante equilibrio entre sus juicios sobre los demás y sus propias acciones. Almas elevadas que consiguen interpretar la experiencia ajena como si fuera propia, para las que la experiencia sólo es confirmación de algo que ya sabían, ante las que nos humillamos de continuo, cuya mera presencia debería hacernos sonrojar. Son pocos, sin embargo. Nos sirven como faro en la niebla para evadir las espumas peligrosas, como tutores para asistirnos en hallar el camino de la superación. Pero no, lamentablemente, para extraer una idea general sobre el comportamiento de las personas. No aún, por lo menos. Hemos de celebrar el día en que sean ellos los dueños del mundo y nos los filósofos de verdulería, los magnates de la inoperancia.<br />
<br />
Sirvan estas líneas para reconocer el tumor, aunque carezcamos de los métodos para identificar sus causas o extirparlo de una buena vez. Sirvan como alerta, para que en lo sucesivo seamos cuidadosos con nuestras palabras. Sirvan como advertencia para los que caminan por la otra vereda. Quién sabe si dentro de poco, sumando esta noción a otras, veamos cómo emerge de las profundidades un mapa cada vez más preciso. Tal vez dentro de poco, antes de que nos toque irnos de este mundo, podamos ocupar al menos un estante de esa habitación vacía en la que aparecimos al nacer con el gratificante trofeo de haber entendido no las estrellas, no las fuerzas invisibles que unen las partículas más ínfimas, sino a nosotros mismos.<br />
<br />
<br />
Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-10690568866446690932009-07-14T03:19:00.014-03:002010-07-07T15:40:23.579-03:00Teoría general de las personas (parte primera)Orquídeas y malvones:<br />
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Trastabilla el hombre mientras vive. A tientas, enceguecido e inexperto, aventura pasos o carreras a través de rutas sumidas en la niebla. Otros van a su lado, pero si intenta acercarse, tocarlos, abrazarse, descubre las más veces que son espectros descerebrados que deambulan: han perdido el rumbo o nunca supieron tenerlo. Sólo por ventura intuye un alma afín en la distancia; un espíritu en sintonía con el que puede redactar una alianza temporal o eterna. Si es afortunado, tendrá fuerza para correr tras ella. Si cuenta con el beneplácito de los dioses, le dará caza y juntos podrán luchar contra la niebla.<br />
<br />
Disiparla es alcanzar la sabiduría.<br />
<br />
Solo o en legión, intenta el hombre entender hacia dónde va, por qué en el mundo en el que vive reina la sombra - si bien los ratos de sol son numerosos. Sospecha (tal vez certeramente) que la nube que lo rodea sucumbirá ante su entendimiento. Cada uno busca respuestas en disciplinas diferentes, a las que está predispuesto por designio celestial o caprichos de los aconteceres diarios (no siempre es el destino, muchachos y muchachas, un señor de barba tupida y mirada inflexible; es también, por qué no, una fatalidad o un golpe de suerte).<br />
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Algunos elegidos derrotan la ignorancia. Con altruismo, humildad y esperanza desparraman sus descubrimientos por doquier, en un esfuerzo por reducir la distancia que los separa de sus hermanos espectros. Pocas veces lo logran.<br />
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No somos aquí virtuosos de la ciencia o el arte. Estas líneas están signadas por el caos, la ambigüedad y el desconcierto recurrentes. Pero también por una irreflenable necesidad de perseguir la solución a esas incógnitas, por más esquivas que sean al alma sencilla, por más fatua que sea la posibilidad de éxito. Es dable entender que la reflexión de la semana no es más que la crónica de tales desventuras. El lector constante y avisado lo habrá adivinado ya.<br />
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Hoy presentamos el croquis desaliñado de una noción que germina en cajones cuya llave se extravía de continuo.<br />
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¿Qué noción es esta? Nos preguntamos sobre la naturaleza del conflicto.<br />
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¿Cómo podemos justificar el conflicto entre los hombres? Pensadores de todo tipo encontrarán causas distintas. Estas causas, en general, concordarán con la disciplina en la que mayor destreza tengan. ¿Pero habrá una forma de comprenderlas a todas en una única descripción que aplique a todos los casos? ¿Una teoría general, si se quiere, que nos permita entender por qué existe el conflicto? Habiendo tantas herramientas al alcance de la mano para discurrir en conjunto y encontrar territorios en común, intersecciones entre las expetativas, frecuencias que armonicen entre sí ¿por qué insistimos, una y otra vez, en el desentendimiento?<br />
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Nos consta que no por falta de intentar hallar ese páramo sobrenatural en el que todas las necesidades se vean satisfechas, todos los reclamos atendidos, todas las dudas aclaradas. Existen incontables reportes de litigantes que acusan haber propuesto mediaciones, medidas cautelares, contratos vinculantes y otras morisquetas para prevenir el desastre. Nos han llegado testimonios de todos los puntos cardinales en los que las partes juran bajo libros sagrados, mantos de la descarga y medallones poderosos haber dado lo mejor de sí para conservar la diplomacia y las buenas costumbres.<br />
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Aún así, lo único que parece encontrar la humanidad en cada esquina es una nueva excusa para agarrarse a palazos con el vecino. ¿No lo vemos - no lo ves, camarada - todos los días en el colectivo, pequeños tiroteos mundanos? ¿No están poblados los diarios de relatos de balaceras sin sentido? Basta salir a la calle para toparse con el desencuentro.<br />
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¿Crees acaso que los problemas del mundo no tienen solución? Te equivocas. Hay un único problema que parece no tener solución: cómo cuernos ponernos de acuerdo.<br />
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La maravillosa y compleja diversidad que caracteriza al género humano es fuente tanto de riquezas invaluables como de salvajadas innombrables. La multiplicidad de criterios, puntos de vista, fortalezas de espíritu, precariedades de la sensibilidad, grados de inteligencia, niveles de cordura, rigidez o soltura de carácter nos han dotado de un espectro amplísimo de tapices donde pintarrajear retratos de nuestra escencia como mejor nos plazca. A la oportunidad de acceder a esos tapices sin restricciones llamamos libertad.<br />
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Y resulta que cada uno de nosotros, en el afán de encontrar el camino que nos aleje de la niebla, el faro que nos guíe hacia una costa sin espuma, en cada momento tenemos nuestra atención enfocada en una cosa más que en todas las demás. No importa cuál sea esa cosa para tí, amigo, ni cuál sea para mí. Siempre hay una que goza de nuestra preferencia. No se trata de que en cada etapa de la vida persigamos un único objetivo, sino de que habrá, siempre, uno que será el primordial. La consecución de los demás estará subyugada a la de éste.<br />
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El conflicto, naturalmente, surge cuando sentados a la misma mesa, al pintar nos estorbamos los unos a los otros. Cuando nuestros objetivos no están en sincronía. Cuando detectamos la disonancia pero no sabemos cómo lograr el equilibro. Cuando tal equilibrio nos tiene sin cuidado.<br />
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No importa si los involucrados son naciones enemigas, barrios que compiten en torneos de fútbol o provincias que discuten por partidas presupuestarias. Da igual que se trate de dos personas o dos multitudes. Habrá conflicto toda y cada vez que el objetivo de uno no sea el objetivo del otro.<br />
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Y si hemos de solucionar los conflictos, ¿debemos por ventura descubrir cómo alinear nuestro objetivos? ¿Es esto posible sin que perdamos la fantástica diversidad que - en parte - nos define como seres humanos? Pero si todos quisiéramos la misma cosa ¿perderíamos identidad, convirtiéndonos en colonias de hormigas? ¿No es a través del disenso que enriquecemos nuestra experiencia, alimentándonos unos de las ideas de otros?<br />
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Si tan solo pudiéramos establecer en qué momento debemos suspender el debate para construir un objetivo en común, de manera que teniendo todos el mismo dejásemos de estorbarnos. Si pudiéramos al menos acordar que esto es necesario, fundamental para que que el conflicto no se trueque en disputa, la disputa en guerra...<br />
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Hasta aquí hemos de llegar por ahora. No es tarea de esta columna esporádica redactar desenlaces inexorables. La conclusión brotará (esperamos) cuando descanses la cabeza en tu almohada y los fantasmas que te agobian hallen consuelo - si bien momentáneo - y dejen lugar a la tranquila contemplación de tu propio alma.<br />
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Desnuda.<br />
Temblorosa.<br />
Buscando en la niebla otras como ella que tampoco le atienen a la salida.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-79613802519499853842009-07-07T00:06:00.006-03:002009-07-07T23:22:53.536-03:00La recta final¿Cuán feliz puede ser este año, cuando a mi vecino le vaciaron la heladera? ¿Cuán alegre será esta nochebuena, si deberé pasármela montando guardia para cuidar a los enanos de mi jardín?<br />Ayer comprendí que está todo revuelto. Eso no me lo enseñaron en la primaria. Consideré la Constitución con desconfianza y sospeché que no me enseñaron nada, nunca. En los últimos tres días he visto más contrastes que en toda una vida de respirar aire argentino. He visto alegría popular confundirse con oportunismos macabros. He visto la voz del pueblo alzarse por sobre la miseria y la desesperación, y he visto a los mercenarios de siempre robando - aún en esa hora gloriosa - espejitos de colores y paraguas. Sentí la emoción pura y honesta de saberme entre personas cabales, idealistas, fuertes de espíritu y voluntad, y también la vergüenza de mirar al costado y descubrir que uno me estaba meando el potus.<br />Ah, pero la luz que iluminó la patria durante unos minutos... fue sencillamente fantástica. Mis vecinos estaban allí afuera, elevándose entre individuos menos honorables, enarbolando una dignidad que ellos mismos sorprendieron floreciendo en la hora última. He visto a gente que no conocía, y me han visto ellos a mí, y ha sido como si ya no hiciera falta conocernos más.<br />El país brilló con la luz de la gloria en ese momento. Luego se apagó con brusquedad, y volvimos a nuestro pasado típico y predecible. Individuos oscuros prendieron fuego la ciudad. Personajes siniestros comenzaron a mover sus hilos. Son ellos, los Otros, que no han muerto.<br />En la escuela no me lo enseñaron, pero ayer comprendí que nunca morirán. Está todo revuelto; y entre lo que no sé, lo que no comprendo y lo que temo descubrir se esconde o expone la verdad.<br />Hace no muchos días lloré ante el rostro sorprendido de mis padres mi impotencia por no poder cambiar el mundo, mi insignificancia. Esas lágrimas establecían también la noción de la irrelevancia de todo lo que podía abarcar la vista. Miles de personas disienten con esa noción, y si algo aprendí de esta guerra civil, es que tal vez tengan razón.<br />Es el futuro ahora una página en blanco. Borraron el final que ya estaba escrito para nosotros quienes con gritos y cacerolas sintieron y dispararon un "¡basta!" categórico e ineludible. Y los tentáculos de los desagradables surgen, como siempre, de las alcantarillas y cloacas usuales.<br />Pero ahora hemos sentado un precedente. Hemos levantado la cabeza. Nos han visto. Nos han escuchado.<br />Ahora deben temernos.<br /><br />P.D.: Felices fiestas a todos. No olviden brindar por la libertad y dedicarle a sus vecinos un abrazo fraternal.<br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">N. del E.: escrito en diciembre de 2001, probablemente después del cacerolazo. ¡Qué año para la reflexión, muchachos! ¿Por qué publicarla ahora? Pues porque sí...<br /></span>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-49254924555908041132009-04-02T16:24:00.007-03:002010-07-07T15:40:57.762-03:00Los culpables<div align="justify">Coliflores y rúculas: </div><div align="justify"><br />
Encontrarán que es hoy bien difícil andar por ahí sintiéndose libre de culpa. Será tal vez por esa manía que tienen nuestros contemporáneos de identificar a los responsables de sus miserias o las de otros y lapidarlos simbólicamente o de hecho, según los usos y costumbres de cada temporada. Como no podía ser de otra manera, es habitual que se cometan errores en esta caza de brujas, y que termine pagando un perejil por los pecados ajenos. Ese papanatas te mira, como nos dice nuestro compatriota Gonzalez Oro, desde el espejo. </div><div align="justify"><br />
Desde distintos ámbitos se siente uno perseguido por la noción de que hay algo que no está haciendo bien, aunque no sepa qué yerro concreto está cometiendo. </div><div align="justify"><br />
Hemos sabido, por ejemplo, de un culto que - según intelectuales idóneos - se basa en el precepto de que los seres humanos nacen apestando de cierta culpa heredada, y el objetivo de la vida vendría a ser más o menos juntar el agua necesaria para darse una ducha espiritual. </div><div align="justify"><br />
Nos han aleccionado en repetidas oportunidades - y cada vez con más frecuencia - sobre el conjunto de actividades que desarrollamos desde nuestra ignorancia y tienen como consecuencia la lamentable degradación del ecosistema planetario. Quizás, quién sabe, un papel de caramelo Media Hora arrojado en el lugar preciso cause el desfasaje de los ciclos lunares y reduzca drásticamente la velocidad de expansión omnidireccional del universo. </div><div align="justify"><br />
Hemos sido advertidos sobre la inapelable relación causística entre nuestra falencia a decir "Buen día" y las campañas de exterminio étnico en África central o la esclavitud institucionalizada de trabajadores textiles en Corea del Norte. En algunas oportunidades se adjudica a esta relación una propiedad de retroactividad, según la cual el descuido banal de hoy explica horrores monstruosos del pasado. </div><div align="justify"><br />
Se espera de nosotros que reconozcamos la responsabilidad que nos cabe sobre dramas actuales tan terribles como la desnutrición y mortandad infantil, la escasez de recursos económicos en regiones olvidadas, la amoralidad generalizada en la sociedad y el deterioro progresivo pero rotundo de los valores éticos más básicos en los individuos. Después de todo, ¿qué cabe esperar de un mundo en el que los niños juntan figuritas de Bob Esponja o escuchan canciones de Miranda? </div><div align="justify"><br />
Voy a decirlo de una buena vez: me tienen podrido. </div><div align="justify"><br />
Gonzalez Oro y los fértiles escritores de cartas de lectores a los diarios y los panelistas de Gran Hermano y los críticos de cine y las comadronas que parlotean en la verdulería y los ejecutivos que hacen gala de sus tarjetas de presentación en el puticlub y los estudiantes Letras y los desconocidos que hablan en salas de espera para pasar el tiempo y dicen "esto es culpa nuestra, por ser como somos"... todos ellos me tienen harto. </div><div align="justify"><br />
Y este hartazgo merece aclaraciones, para acallar los brazos levantados y las manifestaciones que ya se avisoran desde el país de los defensores de la libertad de expresión. No es la falta de acuerdo lo que me agota. Ese disenso es una consecuencia natural de que cada uno pueda decir lo que le plazca. Lo que resulta exasperante es escuchar que numerosas voces dicen, una y otra vez, con insistencia, con simulada sapiencia y porfía, que somos "nosotros" los culpables de nuestras desgracias. Porque - y he aquí el carozo de esta aceituna - cuando hablan de "nosotros" no se refieren al dictador que ordena la matanza, al gobernante que acepta el soborno, al juez incapaz de cumplir sus funciones. Se refieren a los que nunca serán dictadores ni gobernantes ni jueces. Cuando dicen "es culpa nuestra", no señalan al criminal que asesina, al corrupto que roba, al pícaro que estafa. Señalan a "la sociedad" por no enseñar a no matar (y todos conformamos la sociedad), cabecean hacia el infeliz que tiene que darle 10 pesos al policía para que no le secuestre el triciclo, vociferan contra el pobre diablo que falló en detectar la malicia del estafador. </div><div align="justify"><br />
Esta sutil inversión de responsabilidad es difícil de detectar y casi imposible de contradecir. En la mayoría de los casos, es más facil demostrar inocencia que culpabilidad. El inocente no halla razón ni sentido en una falsa acusación; el honesto carece de los medios para combatirla con el mismo descaro con el que fue formulada. ¿Pudo alguna vez un esposo fiel fumigar el germen de la duda, una vez que halló refugio en el alma de su amada? ¿Pudo jamás el erróneamente declarado culpable y luego demostrado inocente encontrar la unánime aceptación de quienes pidieran para él la horca? </div><div align="justify"><br />
Una acusación es tanto más poderosa cuanto menos culpable es el acusado. </div><div align="justify"><br />
El acusado eres tú, querido lector. El acusador - ¡oh, ironía! - también eres tú. </div><div align="justify"><br />
Esperan de tí que dejes todo lo tuyo, que renuncies a cada una de tus costumbres, que renieges de todo lo que define tu naturaleza, y que te entregues sin condiciones gritando con todas tus fuerzas "¡¡SÍ, ES CULPA MÍA!!". Exigen que dediques tus días a remendar la falla. Demandan tu contrición eterna. Te intiman mediante panfletos, miradas de reojo, megáfonos en plazas públicas, discursos televisados y - la última moda - videos publicados en Internet. Sociólogos, periodistas, psiquiatras, economistas, sindicalistas, pedagogos, comisarios, celadores, maestros suplentes, barrenderos, inspectores de sanidad y demás figuras de autoridad esperan que aceptes tu responsabilidad irrenunciable sobre todas las desgracias de este planeta. </div><div align="justify"><br />
Y sí, por supuesto que van un paso más allá: te piden que despiertes a tu vecino en medio de la noche, y le recuerdes que también él es culpable. </div><div align="justify"><br />
Me tienen harto. Todos los Gonzalez Oro me tienen harto.<br />
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Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-91970131294761095992006-05-09T01:09:00.000-03:002008-11-11T03:10:36.254-02:00Una noche como tantas<div style="text-align: justify;">Cabellos de angel y ñoquis de papa:<br /><br />Transcurre la vida con sosegada sutileza. Amanece, cantan los pájaros, la humanidad reitera sus aberraciones y sus éxitos, y cuando llega la noche leemos los titulares: nunca hay novedades. En esta precisa regularidad basamos todos nuestros planes. Sin ella carecería de sentido todo intento por acometer cualquier empresa que excediera el instante de su concepción.<br /><br />Ocurre cada tanto, sin embargo, que la rutina se ve afectada por un arranque epiléptico, y entonces agarrate Catalina. El camino que otros días parece inevitable se desdibuja de pronto, e inesperadamente nos vemos en medio de la nada, preguntándonos qué habrá pasado, al tiempo que los buitres se relamen y los gusanos piensan "¡Por fin!". La desdicha de unos es en ocasiones la gloria de otros.<br /><br />En estos días fatales, desorientados, aturdidos por el cambio brusco, buscamos con desesperación y algo de esperanza una señal que nos indique el camino de regreso. Pero no; sepan, camaradas, que cuando esto sucede el destino está empeñado en ponernos a prueba. "He dado vuelta tu mundo, muchacho. ¿Qué te parece el nuevo orden? ¿Qué harás en esta hora de hastío?". Dicho esto, cierra su ojo simpaticón y se retira silbando bajito. Entendemos que del fango debe salir uno por sus propios medios o morir en el intento. Salir con ayuda es peor que perecer ahogado en la porquería.<br /><br />Las pruebas de carácter son molestas y poco eficientes. Su misma naturaleza explica la falla fundamental de someter a un hombre a tal inquisición: siendo pruebas, el escenario no es real; ante un escenario irreal, los resultados han de ser, por fuerza, inexactos. ¿Por qué nos hace esto, entonces? No me van a decir que el Destino es incompetente. Díganme, en todo caso, que está un poco perturbado. No hay un razón escondida tras sus maquinaciones, o tal razón es imposible de comprender. Lo mismo da. Sólo podemos bracear en la niebla, y por ventura hallar la salida, o esperar que se disipe, o desesperar y hacerse humo. Los débiles se pierden en la nada blanca y espesa. Los hábiles, se las ingenian para ver el faro de su puerto final. Los virtuosos no necesitan cartas astrales ni mapas ni brújulas: conocen la fórmula para someter al mundo a sus deseos y la aplican por costumbre, con gracia y humildad.<br /><br />Hoy no me siento particularmente virtuoso, y mi habilidad está en tela de juicio.<br /><br />A pesar de mi torpeza infame, al parecer la fatalidad me tiene simpatía. Esta vez me hizo sudar, como un aviso, y me dejó ir casi ileso. Agradezco en silencio y me duermo en paz, con la certeza de que vendrán nuevas pruebas. Todas ellas, como esta, tendrán un fin y un resultado.<br /><br />Comencé esta reflexión algunas semanas atrás, iluminado por la trémula luz que se enciende con el horror y la promesa del abismo. Tenemos la curiosa propiedad de comprender las verdades máximas en los instantes previos al momento en que tal comprensión nos es ya innecesaria. No escapo yo de esta certeza (no escapas tú, amigo). He decidido concluirla porque los cabos sueltos me ponen nervioso, aún cuando llegar al final de los caminos que elijo no es mi especialidad. Un camino a la vez, quizá con el tiempo pueda recorrer todo el itinerario. La traza final de mis pasos será caótica, pero será una dictada por la fe. Fe en qué... eso está por verse.<br /><br />Si te preguntas, oh lector eventual, cuál es el objetivo de desparramar estas palabras, no tengo una respuesta para tí. Sólo puedo aconsejarte que no me tomes muy en serio, excepto cuando encuentres en estas líneas alguna que se condiga con tu experiencia o tu sentir. En tal caso, te invito a aceptarla o refutarla. Si has de optar por la aceptación, que sea con franqueza; y si has de refutar, pues aplícate con fuerza y perseverancia, sin cuartel, sin tregua. Desdibuja mis fantasmas y no olvides enviar un ramo de rosas blancas y un verso de tu poema preferido en honor del enemigo vencido.<br /><br />Te dejo, por el momento, notando que cada reflexión es menos una reflexión y más la compleja formulación de una pregunta sin respuesta. Te dejo (en paz), y te regalo un deseo: si la fatalidad llama a tu puerta, que te sorprenda. No estés esperando el horror; tal expectación es agotadora.<br /><br />No lo esperes, pero ojalá estés preparado.<br /><br /><br />Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-4160153674326303402005-12-31T02:08:00.000-03:002008-11-11T03:09:28.492-02:00Reflexión de año nuevo<div style="text-align: justify;">Árboles de Navidad y roscas de Pascua:<br /><br />Bien es sabido por todos ustedes que en esta columna gustamos de hacer uso (y, a veces, abuso) de ciertas imágenes, morisquetas, metáforas. Encontramos en esta preferencia la herramienta ideal que nos permitió, con el tiempo, hallar una voz propia. A algunos, esta voz les parecerá tosca, brutal por momentos; otros sentirán el tono de suavidad que pretendemos darle; también habrá quien no se estremezca en lo más mínimo, desoyendo nuestro grito en la noche.<br /><br />El lector constante habrá notado también que poco a poco construimos una clara división entre las cosas. Una categorización arbitraria, robusta y tajante. Hablamos de dos veredas, la de la luz y la de la sombra. Nos referimos con frecuencia a los camaradas y los Otros, a los amigos y los inoperantes. Hemos declarado la guerra a nuestros enemigos más feroces: el calendario, la torpeza, el mal gusto, la falta de memoria, el apresuramiento. Asimismo, supimos congraciarnos con todo aquello que sintoniza con el alma sensible.<br /><br />Sutilmente o tal vez no, tejimos un conjunto de garabatos para pintar un mundo que es el resumen y análisis (subjetivo, quizá torpe, quizá iluminado) de aquel que experimentamos con los sentidos; mamarrachos cuya finalidad es diluir el sentido de las palabras, distraer al lector, estafar su entendimiento, prepotear su interpretación, para en algún momento dejar escapar una oración rotunda, explícita e intencionada.<br /><br />Juzguen ustedes, mis queridos chichipíos, la eficacia de nuestra estrategia.<br /><br />En alguna ocasión discutimos sobre los orígenes de La Reflexión de la Semana, cuáles son sus orígenes, cuáles sus mecanismos. Hoy, más de cuatro años después de aquella primera reflexión que vio la luz un prehistórico 30 de marzo, evaluamos que ha sido mucho el camino recorrido, numerosos los objetivos, objetos y desenlaces. Muchas las palabras vertidas en el vacío, pero no menos las que pudieron encontrar la audiencia justa en el momento preciso. Esas pequeñas victorias de relevancia acotada, pero de valor inmenso, se nos presentan ahora como el pronóstico favorable de un emprendimiento a largo plazo cuya culminación no se ve aún de este lado del horizonte.<br /><br />Aún a pesar de la repulsión que nos causan el calendario y sus jaulas, hemos comprobado que ciertas fechas propician la reflexión. Así, cada Día del Amigo hay una Reflexión de la Semana esperando a su público amable. Ciertas costumbres largamente satisfechas terminan por convertirse en un deber; y es por eso que infaltable son, también, una pocas líneas cuando se acerca Año Nuevo. Helas aquí.<br /><br />La última reflexión se tituló "Un año de aventuras". ¡Qué año, camaradas! ¡Y qué aventuras! Sería una falta de respeto hacia el destino y sus brazos restar valor a los sucesos de estos meses. A lo largo de esta revolución alrededor del Rey Sol experimentamos, creo, las miserias más desalentadoras, pero también los placeres más exiquisitos. Esta dualidad, este eterno balanceo entre una y otra vereda, pueden generalizarse para enunciar uno de los patrones más desconcertantes que sufrimos en este universo finito pero ilimitado. Nos falta sabiduría, sin embargo, para dar forma concreta a un enunciado de tal envergadura.<br /><br />Y sí, las cuevas más oscuras fueron seguidas de las praderas más verdes y soleadas. Las tempestades más terribles, de la cristalina calma de un cielo límpido. ¿Pero es esto importante? Si tales rebotes del ánimo son predecibles e ineludibles, ¿vale la pena que dediquemos nuestro precioso tiempo a describirlos? Pues no, amigos; de ninguna manera. Lo que debe ser destacado es aquello que podría no ser, pero es, en contra de toda resistencia. Entonces diremos que en cada uno de esos momentos trágicos o felices, siempre hubo un amigo a mi lado.<br /><br />Entonces el resumen, la conclusión final, la Reflexión del Año, anda por ahí.<br /><br />Tuve la oportunidad y el privilegio de experimentar los frutos de haber invertido mi vida en rodearme de personas afines. Almas en cuya sensibilidad e inteligencia siento que se encuentra uno de los tesoros más preciosos de mi vida. Personas en la que encontré consuelo cuando mi comarca fue invadida por los demonios, con las que pude vestirme de bufón y salir a festejar mis éxitos y los suyos en carnavales enloquecidos. Amigos y amigas por los que hice todo lo que estuvo a mi alcance para ser yo lo que ellos fueron para mí, y ofrecerles mi consejo o mi oído cuando la langosta asoló sus viñedos, para acompañarlos en la reconstrucción cuando la invasión fue repelida, para brindar con lágrimas y sonrisas cuando el mal fue olvidado y nuevos brebajes inundaron los toneles golpeados.<br /><br />Fue un año de reencuentros, reafirmaciones, sorpresas, golpes bajos, represalias, treguas, traiciones, festejos, derroches, cambios, aprendizaje y enseñanzas. Fue un año de aventuras, sí señor... Agradezco al Cielo todos y cada uno de los acontecimientos de este ciclo. Agradezco haber podido compartirlos con el ejército de ángeles que me acompaña, a veces a mi lado, a veces desde la distancia, a veces desde el pasado. Agradezco incluso a mis enemigos, los personificados y los abstractos, haberme considerado digno de pelea. Mis victorias y mis fracasos señalan una verdad fundamental: no tropieza quien no camina.<br /><br />¿Cometí errores? Muchos. Si alguno de ustedes sufrió por causa de ellos, ofrezco mis disculpas más enternecidas.<br /><br />No hablaremos sobre el porvenir, puesto que el año aún no termina y tales cálculos deben hacerse bajo una luz renovada.<br /><br />Se cierra esta edición como despedida del año, y se graba el dos mil cinco como uno de los mejores años de mi vida. No por ello, sin embargo, ven su fin las aventuras; tengan esto por seguro (aunque sabemos que incluso la certeza mas pintada cae a menudo bajo el rigor de la ley).<br /><br />Así, entonces, de sopetón, se despide la Reflexión de la Semana hasta el año próximo.<br /><br /><br />Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.<br /></div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-68057214804695187352005-09-08T01:07:00.000-03:002008-11-11T03:08:44.651-02:00Un año de aventuras<div style="text-align: justify;">Mis queridos chichipíos:<br /><br /> La peor de las pesadillas se cobró una víctima. La reflexión de la semana sufrió un corte de energía en pleno desarrollo. Ya ven que el infierno es - entre otras cosas - la malsana acumulación de molestias cotidianas. Haremos lo posible, a pesar de todo, por transcribir lo poco que nuestra memoria haya conservado.<br /><br /> Los procesos que tienen por finalización o corolario una reflexión de la semana suelen comenzar de manera sutil y cautelosa. Se desarrollan en la sombra, con quieta seguridad, y es habitual que tengan descenlaces portentosos, cambalacheros, dterribles en su inevitabiliad. Hoy, sin embargo, la reflexión es el producto irrefutable de un propósito concreto, encausado, contenido. Las nociones que expondremos fueron tejidas con paciencia y dedicación, trabajadas en la fantástica factoría que sólo existe cuando todo otro pensamiento se suspende.<br /><br /> Recapitulamos, entonces, y afirmamos que la trama de los sucesos ocurridos desde el primer día de este ¿glorioso? año deja entrever un comportamiento insólito. Insólito por la novedad de su ocurrencia, o por sabernos capaces o aforturnados de poder reconocelo.<br /><br /> Este año se caracteriza por su generosa oferta de aventuras. Impera, llegado este punto, la necesidad de llamar la atención sobre una advertencia: no olvidamos las porquerías que también poblaron este ciclo. Numerosas fueron, locales y foráneas, pequeñas y trascendentales. Molesto y redundate es, a esta altura, comentar sobre nuestra facilidad para contabilizar pesares. Será que hoy se vio un nuevo sol, será que el aire ya está cambiando, las flores expectantes, será que los buenos recuerdos pueden hoy más que los tristes: nos permitiremos en esta oportunidad dejar de lado la iniquidad y celebrar esta gran pachanga que es abrir los ojos y respirar.<br /><br /> Así es: aventuras mínimas hubo, y también aventuras inesperadas, y otras que ya tenían algún retraso, y otras apresuradas pero no por ello menos oportunas. Están también las aventuras majestuosas, que empezaron quién sabe cuando y no tienen fin a la vista. Hubo aventuras esclarecedoras, y para que la balanza no se queje hubo, por supuesto, aventuras que aportaron su cuota de confusión.<br /><br /> Contadas noches atrás, cuando las estrellas cobijaban una ronda espumante, compartí con un oído amigo un pesar erróneo. Dije en aquel momento que la vida no me traía aventuras. Hoy evalúo aquella equivocación, y reivindico la frase que nos habla del cristal con el que se miran las cosas. Otras frases célebres quieren invadir estas líneas, pero preferimos alejarlas con un llamado a la cordura.<br /><br /> La hazaña de descifrar las aventuras escondidas tras el manto de la rutina no termina aquí; no, señor. Con este nuevo cristal apreciamos que cada una esconde la posibilidad de muchas otras; así como cada paso que damos al caminar da lugar, con su muerte, al siguiente. Intuimos que la próxima gran empresa empieza a construirse concluyendo la actual. Esto es nuevo, estimulante y simpático.<br /><br /> Así, esta noche nos encuentra a punto de explorar un mundo nuevo. La aventura de un amigo afortunado nos abre la puerta - literalmente. Casi sin querer hemos aceptado el desafío. Nos embarga la curiosa mezcla de calma y ansiedad que precede a los momentos que, de antemano, sabemos son fundamentales.<br /><br /> Nuestros amigos de siempre nos dan cátedra y buenos consejos. Uno de ellos me explica que sí, que hoy puede ser un Gran Día. Le creo: nunca lo pillé en un traspié. Así que nos ponemos la mochila al hombro, nos aflojamos la corbata, y de cara al horizonte pero sin olvidar el camino que hemos arado, le decimos "aquí estoy" a la posiblidad de un buen momento.<br /><br /> Cierro esta edición con un deseo simple y cursi, pero bienintencionado: que puedan ustedes, mis compadres, desenterrar la aventura en sus días.<br /><br /><br /> Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-18825844113588112562005-08-06T01:06:00.000-03:002008-11-11T03:07:30.521-02:00El engrudo nos salpicó una vez más<div style="text-align: justify;">Tias Marucas y Dones Satures:<br /><br />Es en los tiempos de agitación cuando lo mejor y lo peor de las personas encuentra la excusa perfecta para colarse y exponer sin tapujos quién es cada quién.<br /><br />¿A quién no le ha pasado? Ocurre algo; reaccionamos como un monos enceguecidos; inmediatamente después de hecho el daño, nos arrepentimos. Mantenemos nuestra postura, sin embargo. Justificamos el exabrupto no porque estemos convencidos de haber obrado con corrección (el insaciable aguijón de la culpa algo tiene que ver con eso), sino porque más fuerte que cualquier arrepentimiento es el orgullo, la necia terquedad de permanecer firmes y no aceptarnos débiles.<br /><br />La conclusión peor de mis desaires ha sido cuando mucho romper algun plato, patear alguna caja, o insultar a todo ser vivo a mi alrededor.<br /><br />Pero nunca, jamás, ni ustedes ni yo ni nadie que camine por esta vereda fue tan inoperante, ciego, paranóico, imbécil, salvaje, monstruo e insensible como para matar alguien. Ponerle nombre a las cosas no es nuestro estilo, pero en este caso haremos un excepción: UN POLICÍA INGLÉS MATÓ A UN BRASILERO PORQUE LE PARECIÓ QUE ERA TERRORISTA. ¿Por qué le pareció que era terrorista al perspicaz gentleman Sr. Policía? Porque era medio morochito. Porque tenía ropa holgada. Porque tenía una mochila. Y es bien sabido que todo tipo de piel morena cuya camisa le quede grande y lleve una mochila, seguramente trama algo nefasto, ¿cierto?.<br /><br />Las posibilidades de aquel momento no son importantes ahora. "Podría haber sido terrorista" no es excusa. Lo importante es lo que fue: una aberración, porque NO ERA TERRORISTA.<br /><br />Es en los momentos de crisis cuando las caretas se caen. Es en los momentos posteriores cuando los infames se apuran a acomodarse sus máscaras de engrudo. Una vez más, se ha caído la careta más importante, aquella que esconde lo que todos sabemos y acerca de lo que poco podemos hacer.<br /><br />Concluye esta reflexión y nos quedamos con las ganas de abrir la humilde cajita donde guardamos nuestros insultos. Quisieramos abrirla, pero sabemos que a veces es inmoral hacer lo que a uno se le da la gana.<br /><br />Tarde o temprano, hay que dar explicaciones.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-13558540421884110062005-07-02T01:05:00.000-03:002008-11-11T03:06:36.882-02:00El enigma de la noche se resuelve al amanecer<div style="text-align: justify;">Foquitos apagados y foquitos encendidos esta noche no se reflexiona porque la noche es amiga de esas palabras que revelan el alma de quien las pronuncia o escribe y en esa revelación es posible descubrir el secreto último de por qué uno reflexina y se ofrece a quien quiera escuchar al tiempo que oculta tras metáforas y volteretas quién es realmente como si fuera un juego que desde el vamos es imposible ganar como el tatetí o como el amor y qué juegos sin ganadores tienen sentido excepto aquellos que sólo sirven para pasar el tiempo pero qué vano es jugar y perder no sólo el juego sino el tiempo y en la suma de los tiempos perdidos desperdiciar también la vida y por qué no la muerte cuando podríamos dedicarla(s) a empresas nobles y geniales o simples pero hermosas como hacer feliz a alguien que no conocemos y que el destino nos devuelva después de años esa gentileza como una sonrisa de parte de otro desconocido y que esa sonrisa nos haga felices por algún motivo extraño de esos que no se explican porque no es posible y porque en la explicación se acaba la gracia a menos que esos juegos sean necesarios muy a pesar nuestro como una necesidad fisiológica que claramente no es del cuerpo pero que en el cuerpo se siente porque quién no ha sentido la vergüenza como un ardor en las mejillas y el miedo como un frío en todas partes y la angustia como un nudo en la garganta y el amor como explotar y volver a armarse para explotar cuando las células aún no han reaprendido cómo constituir un organismo y el amor se viene de vuelta y las moléculas ya se están dispersando antes de reencontrarse y qué hacer cuando en medio de esta deblacle el amor se va y sólo restan el miedo la vergüenza y la angustia y la noche que antes era amiga compañera confidente ahora sólo es un rostro impasible y quién mejor que un amigo para acompañarnos hacia la salida pero cuando los amigos están de vacaciones qué hacer llamar a quién bajo qué pretexto si mejor es tomar la determinación de abrirse al mundo y dejar que se haga amigo quien quiera y pueda hacerse amigo y hacerse amigo a veces es inevitable como tantas veces nos ha pasado así como esta noche ha pasado que no queríamos aventurar una reflexión y sin embargo en la negación se nos escapó aquello mismo que queríamos reprimir qué le vamos a hacer estamos marcados por las mismas cosas de siempre que ya conocen quienes nos conocen y quienes no no importa porque no es muy díficil darse cuenta sólo hay que mirar con un mínimo de atención en el caso de que exista interés y sacar una cuenta bobalicona y ahí está explicado con todas las letras quién es esa persona pero es posible explicar una cosa asi definir y que quede claro y sea irrefutable quién es alguien quién es nadie porque pareciera ser que ninguna persona puede definirse a sí misma o quizá sólo algunos y créanme que no son quienes necesitan una ayuda cualquiera fuese y quién no necesita una ayuda hoy por hoy cuando no hay parámetros y los límites están allí donde llegue el aguante para empujarlos y aún así son subjetivos y la polenta no alcanza para empujarlos hasta donde no se noten y a nadie le importe si los excedemos o nos quedamos de este lado porque tampoco está claro si hay que traspasar los límites o respetarlos y qué bueno es el tango y mejor aún en vivo y mucho más cuando se lo canta con pasión y así como esta reflexión no respetó ese tema cansador de la puntuación tampoco va a respetar la introducción nudo y descenlace que me enseñaron en la primaria mucho menos hoy que me acordé de mi maestra de la primaria la mejor maestra que tuve en la primaria que se perdió en mi historia como algunas otras personas fundamentales que podría recuperar si a pesar de predicar que no quiero crecer no tuviera miedo de que el pasado vuelva y me mande yo las mismas macanas que la primera vez qué triste sería eso romper las reglas del universo para sufrir los mismos miedos y venir a caer en el mismo dia de un futuro que debia ser distinto pero deseando que ese pasado que se suponia debía ser alterado vuelva a suceder en la repetición eterna de una oportunidad por siempre desperdiciada.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-54235294510229896502005-06-15T01:04:00.000-03:002008-11-11T03:05:46.319-02:00La cacofonía de escuchar siempre lo mismo<div style="text-align: justify;">Multitudes y soledades:<br /><br /> Entreviendo que más allá de la puerta hay un mundo mágico, les reflexiono en la cara sin el menor escrúpulo. Varias nimias verdades me han sacudido la última media hora. Nociones de esas ínfimas que se te aparecen cuando te lavás la cara, o cuando viajás en el colectivo y una vieja te pega con la cartera para que le dejes el asiento y te hace pensar que la vida apestaría mucho menos si la gente (incluso vos mismo) no fuera tan animal y tan poco gente. Verdades en cuya acumulación indiscriminada, inconsciente y continua consiste el sentido común.<br /><br /> Escuchando una hermosa canción tuve la noción de que las palabras pueden ser maravillosas por sí solas, que la música es un regalo a los sentidos que de alguna forma dispara suspiros en el alma. Pero... ¡juntas! ¡Juntas, en el nombre de todo lo que no me hastía... (que no es poco)!<br /><br /> Cruzándome con un vecino aprendí que, así como las palabras y la música son componentes primordiales de la escencia misma que nos define y diferencia, un silencio oportuno, el ahorro de una mirada, la cancelación de un gesto, son la necesaria pizca que aglutina la mezcla y permite que no nos alienemos.<br /><br /> Sucede así que por cada fuerza existe su contraparte. Cada alegría se mide por la lágrima opuesta. Cada palabra que calles cuando sepas que debés callarla aunque te explote en el pecho volverá en forma del esperado susurro de quien te haga temblar. Y sí, no hay con qué darle: cada poema que recites se te cruzará en alguna esquina como un llanto.<br /><br /> Pero esto no es triste; sencillamente, ES. Desconozco el por qué. Algo es seguro, al menos: este por qué elusivo vendrá de la mano de alguna lavada de cara, algún carterazo certero u otro vecino insoportable.<br /><br /><br /> Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-7945561582635161572005-06-07T01:03:00.000-03:002008-11-11T03:04:12.543-02:00¿Estaba muerto el hombre?<div style="text-align: justify;">Dragones y luciérnagas:<br /><br /> Hay atrocidades que conmueven.<br /><br /> Escuché hace poco de un amigo ciertas palabras nacidas de esa siempre certera forja llamada desesperación: "estoy harto de deshumanizar a las empresas". En este caso, la burocracia actuaba con la fuerza a la que ya nos tiene acostumbrados: diluido entre papeles y sistemas caídos, su trámite perseguía un horizonte eternamente lejano. ¿Cuántas veces nos vimos en situaciones similares de las que sólo pudo rescatarnos una de las pocas fuerzas más poderosas: el azar? Mi camarada vivía una realidad similar a muchas otras, de protagonistas distintos pero naturaleza, medios y resolución similares.<br /><br /> Los procedimientos como la forma más sutil y pérfida del infierno.<br /><br /> Pero he aquí que la humanidad, en la compleja trama de sus designios, padece opulencia de una capacidad pavorosa: siempre, siempre conquistar nuevos límites de la infamia.<br /><br /> Un titular nos llamó la atención esta tarde. Versaba sobre un muerto que llevaba tres décadas de vida. "Esto será", nos dijimos, "como mínimo pintoresco". Atacamos el periódico con una sonrisa previsora, pues fijo era que alguna iniquidad ase escondía tras aquellas palabras. Una rápida lectura nos introdujo al descaro: cierto compatriota estaba tan atado al "sistema" que nunca había estado dentro.<br /><br /> En pocas palabras, una papeleta cuestiona su identidad. Dice cierto garabato que este buen hombre está muerto. Por lo tanto, no existe. Mil películas vi con esta trama. Algunos malos libros también. Me aburrieron a mitad de camino, por cierto; algunas ficciones son insultos desvergonzados a la inteligencia. Pero, como ya hemos dicho, el ser humano colorea con una paleta de infinitos tonos que ni el artista más enloquecido puede reproducir.<br /><br /> Nuestro héroe figura como fallecido y su presencia en cuerpo no cuenta en tribunal alguno, pues ha de figurar en el inciso menos conocido del articulo más bochornoso de alguna ley caprichosa y caduca que eso no basta: para existir hay que estar inscripto en alguna parte, ya sea en el Registro Nacional de las Personas o en el videoclub de acá a la vuelta.<br /><br /> Raudos, imaginamos exageraciones: si el panfleto dice que este muchacho murió seis días después de nacer, no es el registro lo que debe ser corregido, pues el error es inadmisible. "¿No será, acaso, que ese personaje desesperado que arremolina la sala de espera es un ánima que no tiene paz?", piensa el Sr. Juez. "Es deber de la Institución darle eterno descanso. Traigan al cura." "¿No sería más práctico" - pregunta el secretario, un individuo que todavía no ha perdido la decencia - "darle al pobre hombre su documentación y dejarlo ir ya?" "No sea fantasioso, Ramirez", responde el Juez. "Eso que ve usted ahí es un fantasma. ¿No leyó el certificado?"<br /><br /> Para comprar un chupetín hay que mostrar una cuota del videocable al kiosquero. Para suscribirse al videocable hay que presentar certificado de buena conducta y dos testigos. Para recibir el papel donde dice que uno no mató a nadie hay que pagar dos mil pesos fuertes o su equivalente en trigo. Para que te den el documento tenés que morirte, nacer de nuevo, y después sacar número e ir a la cola de más allá a esperar que se muera de hambre la persona que está adelante.<br /><br /> Ensombrece el sueño que pronto me vendrá un pensamiento que lamento reconocer familiar: ¿cuántas negradas como esta duermen en el anonimato, mientras me como un alfajor o me preocupo porque no pagué la cuenta de internet? ¿Cuánto falta para que me toque a mí?<br /><br /><br />Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-69880864394564797872005-05-28T01:02:00.000-03:002008-11-11T03:03:25.435-02:00Escuchando a Lennon y a uno mismo y a todas las cosas<div style="text-align: justify;">Mis queridos pelandrunes:<br /><br /> Es difícil explicar la extrañeza de no sentirse uno triste. ¿Buscamos la tristeza? No, pero la esperamos. ¿Cuántas veces pareció ser el resultado final e inevitable de cada decisión errada, de cada traspié? ¿Cuántas veces pareció ser la condena que nos esperaba al final de un camino que sabíamos equivocado pero al que nos arrastraba nuestra inefable ecuación personal?<br /><br /> Ha caído la noche y nada de eso ha ocurrido. Más bien, se acerca a nosotros la noción de estar comenzando algo. Este comienzo es posible sólo porque ocurrió un final. No feliz, no triste: un final y no más, sin decorados ni derrumbes ni lágrimas ni festejos ni declaraciones magnánimas ni corazones en llamas ni atardeceres ni paraísos ni flores ni fuegos enardecidos por la desesperación de cartas escritas en el abismo de la noche ni nada de nada de nada de lo que pensábamos que sería oportuno o factible. Al igual que el resto de las cosas necesarias, prácticas, simples, sencillas e irreversibles que se manifiestan como leyes fundamentables del universo, este final ocurrió sin alharaca y un momento después el mundo seguía donde un momento antes y no hubo cometa alguno que detuviera su trayectoria o estrella ninguna que cometiese suicidio.<br /><br /> Muchos símbolos carecen ahora de sentido. Se revelan poco símbolicos y muy explícitos, por cierto. Dejaremos que su identidad, sin embargo, sea revelada a través de su futura ausencia. Tanta cháchara para decir que ya no hablaremos de ciertas cosas, que no usaremos ciertas palabras, y que hemos de buscar nuevos motores, nuevas musas, o abandonar para siempre y sin mirar atrás esta ardua pero gratificante tarea de exponernos a nosotros mismos. Ya no es necesario: las preguntas que con tanto afán insistían en quitarnos el sueño han sido desplumadas de un soplido; las incógnitas fueron descifradas.<br /><br /> Por las malas aprendimos a compartir la única cosa genuina que tenemos con quienes son los únicos que la merecen. Aprendimos porque ya no quedaba otra opción, porque sin importar lo que hiciéramos estaba ya todo dicho. Porque en el único momento cuando era escencial estar alerta, nos permitimos relajar la guardia y terminamos sacudidos y desbaratados por un huracán de propia factura.<br /><br /> La vida es una rueda y todo lo que hicimos volvió, como un preciso ejemplo de justicia celestial.<br /><br /> Y a pesar de todo, el "empecinado pesimismo" que sintiera cierto lector crítico y avisado (de ésos que preferimos y buscamos) en éstas nuestras líneas casualmente más esperanzadas, encuentra su muerte de manera indeclinable. La página está en blanco y las viejas reglas ya no son aplicables. Será otra la medida de nuestro tiempo, otro el parámetro de la alegría. ¿En qué consiste el fin del pesimismo? En haber tomado la firme determinación de no abandonarnos al olvido.<br /><br /> Se cierra esta edición y con ella muchas otras cosas. Se completa el ciclo que nos mantuvo en vilo meses y meses. Muta en inocua espuma el patrón de horror que señalaba la eterna, estratégica repetición de apariciones y ausencias. Sólo una persona sabrá cómo interpretar estas piruetas con la exactitud necesaria, pues las migajas de mazapán que hasta aquí nos acercan fueron (intentaron ser) sutiles.<br /><br /> Sólo por esta vez diré que todo este circo fue, es y será por y para vos. Ya ves que la M temida no es la muerte, ni una mariposa, ni un monito...<br /><br /> Éste sí será un amanecer a gritos.<br /><br /><br /> Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.<br /></div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-24500548990969438042005-05-08T01:01:00.000-03:002008-11-11T03:02:22.264-02:00Escrito en la niebla<div style="text-align: justify;"> Mis queridos chichipíos, siendo esta la hora de la verdad, no esperen que les mienta (como es habitual). En estos minutos huérfanos, sólo las verdades más brutales han de encontrar la salida.<br /><br />Es ésta una noche de aquellas, en que cosas simples nos recuerdan cuán complicada debe ser la vida para que valga la pena. Pretendemos justificar todo sufrimiento afirmando que sólo a través de él se llega al cielo. Nos ayuda la incertidumbre de sabernos en lo cierto. Nos cobija la duda.<br /><br />Amanece con pudor. ¿Hay otra forma? ¿Qué amanecer puede ser a gritos?<br /><br />Con la misma reserva se dibujan - en esta hora temprana o tardía - ideas de complejidad cuestionable y validez dudosa. Sabemos que los Otros esperan este momento con afán: es el momento en que nos mostramos flacos. El hambre que hasta aquí nos ha traído no se explica contando calorías. ¡Este hambre no se explica, canallas! Es una desnutrición de la felicidad.<br /><br />Son muchos los cálculos que hemos hecho. Algunos de ellos califican la valía de tus supuestos. Otros ponderan lo inadecuado de tus soluciones. Nuestro análisis deja al descubierto las verdades de verdulería que te empeñaste en encadenar al cuestionable amparo de la tradición. Si todo está bien, nada ha de cambiar; si nada ha de cambiar, ¿a qué imaginar cómo podría ser?<br /><br />Nos cegas antes de que abramos los ojos. Nos callas cuando aún no hemos conocido la palabra.<br /><br />Eterna entrometida en mis certezas, prócer indeseada de mis dudas, te quiero fuera de mí pero te siento cada vez más arraigada. ¿Me defino a partir de tus límites?<br /><br />Mis queridos chichipíos: olviden esta lucha; ustedes y yo sabemos que, lamentablemente, estoy perdido antes de gritar el primer grito, antes de golpear con el puño inédito. Seré polvo cuando la rebelión esté ya en el aire.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-25849608612413746972005-04-12T01:00:00.000-03:002008-11-11T03:01:40.356-02:00La Reflexión de la Semana versus el reloj<div style="text-align: justify;">Me apura el reloj. Estas líneas deben estar listas en escasos minutos. Temo no ser el mismo después.<br /><br />Intento ezbozar una reflexión que explique todo este tiempo. No la hay. La explicación absoluta y total vendrá después, en algún momento indefinido, sin que la busque siquiera. Me pateará la rodilla y me dirá "¡Ea! ¿Has visto cómo es?". Por el momento no hay más que preguntas.<br /><br />El reloj se agita ya, expectante.<br /><br />Las costumbres y las revistas me imponen la noción de un ciclo que termina y otro que comienza: un calendario más, disfrazado de excusa. Reconociendo la falacia, puedo jugar con ella y usarla en mi provecho. Diré entonces que en breve terminará el ciclo de las muchas cosas con las que no he podido amigarme. Diré que está a punto de comenzar un ciclo de renacimiento, donde cada error cometido en el anterior será la semilla de una oportunidad para enmendarlo.<br /><br />Si tuviera que nombrar a quienes me acopañaron, a quienes realmente me acompañaron (a sabiendas o no), pocos pero fundamentales serían los nombres de la lista. No es el espíritu de estas reflexiones hacer referencias directas, sin embargo; aquí trabajamos con ilusiones, con despistes, frases a medias y recursos confusos. Quienes están en la lista se saben en ella de manera tácita. Quienes se sospechan en ella, probablemente lo estén. A quienes no les importa, su ausencia está asegurada sin que medie rencor alguno, por mera definición.<br /><br />Fueron particularmente importantes los últimos tiempos. Se han vivido cambios. Hemos conocido a las personas más geniales y a las más recalcitrantes. Hemos sabido distinguirlas. Hemos marcado una línea en la arena en amenaza directa a los Otros; en ocasiones la cruzaron, pero en general comprendieron que el horno no está para bollos.<br /><br />Tanto caminar me ha traído hasta aquí, y me pregunto si ciertas decisiones fueron acertadas. Como insinuamos en las primeras líneas, la respuesta final vendrá más tarde. Esos interrogantes son, sin embargo, burbujas del alma en constante puja por emerger y explotar. Sé que las decisiones más acertadas se refieren a las personas que elegí conservar a mi lado, y las más aberrantes a personas que alejé o se me escaparon. Nuevamente, las referencias directas no son oportunas, pero en este caso es distinto. ¿Estarán al tanto aquellas golondrinas de invierno de su influencia en mí?<br /><br />Más preguntas para engrosar el cuestionario que alguien deberá responderme cuando llegue el momento.<br /><br />Como siempre, el reloj ha ganado la batalla y termino esta reflexión sumergido hasta la nariz en el segundo cuarto. Imposible asegurar ya la integridad de estas líneas. No se siente uno distinto de este lado, pero me aterra pensar que mis sentidos se hayan vendido y me entreguen estímulos adulterados. Me urge la necesidad de mirarme en el espejo y VERME.<br /><br />Como dijo aquel muchacho perspicaz, no es posible bañarse dos veces en el mismo río. Aplicable ha de ser la figura a todas las cosas.<br /><br />Dejo en paz a espejos, relojes, metáforas. A los Otros, a los calendarios, al patrón y sus pautas, a la espuma. A la M. Dejo en paz a todo y a todos. Por un momento me permito disfrutar a Beethoven, que le dedica unas notas a una fulana afortunada llamada Elisa. Lo disfruto con los ojos cerrados, como se disfruta un beso. Como un chico, pretendo que la oscuridad me ampara de todos los males. Está bien. Pronto deberé abrir los ojos y comenzar a empujar la rueda como siempre, ver las mismas caras, escuchar los mismos buenos días y los mismos hasta mañana.<br /><br />Sólo espero que esta vez, cuando abra los ojos, pueda darme cuenta si algo ha cambiado. Espero seguir reconociendo a los canallas. Espero seguir sonriendo por las mismas nimiedades de siempre, encontrando luz en las esquinas más usuales. Espero que todo lo bueno quede. Espero no olvidar.<br /><br />Amigos, amigas, camaradas, mis queridos chichipíos... me despido. De aquí en más, será otro que desconozco quien les escriba. Confío en que el cambio sea para mejor.<br /><br /><br />Un beso, un abrazo, un apretón de manos o una caricia, según corresponda.</div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-44833709821360662542005-03-28T01:59:00.000-03:002008-11-11T03:00:28.958-02:00La Reflexión de la Semana (episodios de abstinencia)<div style="text-align: justify;">Moscardones y avellanas:<br /><br /> En la noche terrible , cuando todo se termina, cabe la reflexión.<br /><br /> ¿Qué podemos decir? Sabemos que estamos rodeados de una miseria que no se mide con monedas sino con ideas. Sepan disculpar ustedes, camaradas de lo cristalino, este lugar común. Inmerso en una nube, poco puede pedírseme que exceda lo ordinario: convencido de que lo genial se esconde tras las ideas sencillas, insisto en reinvindicar aquello que me hace feliz. Fue esta una noche mágica; qué mejor para honrar a quienes la hicieron posible que unas pocas palabras.<br /><br /> Traza el tiempo - en fabulosa complicidad con el destino - una trama de encuentros y pérdidas. En medio de esta tragedia venimos a caer. La medida del éxito suele estar comandada por el tamaño de la billetera: quien más haya conseguido ha de llevarse fama y titulares. Refuto esta horrorosa noción contable haciendo uso de recursos usuales. Hablaré de que es más productiva la abundancia de virtudes, de afectos, de amistades, de buenas intenciones. Diré que los doblones no suman ni restan; están o no están, pero no son una varible en la ecucación de la felicidad. Así, este fin de semana fui millonario. Mi balance dio positivo de lazos que no se han disuelto en las aguas turbias del calendario enemigo.<br /><br /> Sólo eso por hoy; nada más. Palabras sencillas que me atrevo a maquillar con las texturas dudosas de mi prosa.<br /><br /> Para finalizar, dedico esta breve pero firme reflexión sentimentaloide a quienes invierten en mi emprendimiento, asegurándoles que tienen en mí un accionista irrevocable de los suyos. Ustedes saben quiénes son: me ven sonreir cuando llegan.<br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">PD: Dos semanas pasaron desde que estas palabras vieron la luz. Durante ese lapso auditorías de lapiz fino revelaron groseros números en rojo en cuentas que a primera vista parecían en perfecto orden. Debo decir que si bien esto me enoja (como todo lo que apesta a mi alrededor), el enojo es menos poderoso que saberse acompañado no cuando uno quiere, sino cuando uno lo necesita. Sacrifico todas las broncas, pues, a cuenta de futuros abrazos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">PD2: Saludos a quienes tienen enchufada la memoria.</span></div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5565747399923971939.post-52335013256685503872005-03-07T01:58:00.000-03:002008-11-11T02:59:31.832-02:00La Reflexión de la Semana (domingo por la mañana)<div style="text-align: justify;">Joquetas y timberos:<br /><br /> Es que a veces me siento a contramano. El alba me recuerda que este día no es distinto. Parace un domingo cualquiera, pero es el último domingo. Vendrán otros, numerosos y similares, pero este es único; es, por lo tanto, el último. Nada que sea distinto puede ser algo más.<br /><br /> Vivo y vivo. Me es imposible llegar a un acuerdo con lo que me rodea. Me rodea el mundo, el universo. El universo y yo estamos en desacuerdo. No enemistados; simplemente tenemos criterios distintos. Cómo pudo pasar esto, habiendo nacido yo parte y consecuencia de este todo, no me explico. La única conclusión válida es que la naturaleza misma me puso (nos pone a todos) en esa posición de incetidumbre. El motivo de tal actitud es inescrutable. Aparecemos en la historia para contradecir.<br /><br /> Sería coherente deducir que estando todos atrapados en el mismo plan podríamos entendernos entre nosotros. Unirnos y luchar, buscar en conjunto la respuesta y desafiar así el designio primordial. Parece ser que parte de la locura consiste en fabricar un desacuerdo generalizado, cuyo resultado termina siendo que aun entrelazados, cada uno de nosotros está aislado. Todos buscamos lo mismo y somos incapaces de ayudarnos los unos a los otros. Todo alianza es fútil: el abismo debe enfrentarse en soledad.<br /><br /> A veces me siento a contramano, y esta mañana no es diferente a esos momentos de infortunio. Me siento a contramano porque efectivamente lo estoy. Una vez más, he comprobado esta noche que el mundo no es lugar para mí. No estoy preparado. Me falta... algo. No sé quién pueda ayudarme, no sé si alguien pueda hacerlo. Estoy solo ante esto. Otro patrón se evidencia al tiempo que el sol avanza y esconde lo sucedido: cada vez que la respuesta se perfila y toma forma, el interrogante ha perdido relevancia. Siempre a destiempo.<br /><br /> En cierto momento amable creí tener la capacidad de prever momentos como este, y a partir de esa predicción, entenderlos; del entendimiento se desprendía el poder de controlarlo todo. Ahora, cuando han pasado ya tantas noches en que una y otra vez mis castillos se han revelado de arena, el entendimiento es sólo una tortura que me recuerda que nada puede controlarse.<br /><br /> Sigo, sin embargo, en pie. Me sostiene la noción de que no es vana la lucha, que ha de pagar eventualemente. Todo esto ha de tener una conclusión. Seria una infamia llegar al final para no obtener una resolución.<br /><br /> Las noches turbias deben terminarse. Está decidido: hay que adaptarse o reventar.<br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Tincho (ofuscado por tanta necedad vestida de analfabetismo) </span><br /></div>Martín Gaspar Straushttp://www.blogger.com/profile/10431727910079581968noreply@blogger.com0