sábado, 6 de agosto de 2005

El engrudo nos salpicó una vez más

Tias Marucas y Dones Satures:

Es en los tiempos de agitación cuando lo mejor y lo peor de las personas encuentra la excusa perfecta para colarse y exponer sin tapujos quién es cada quién.

¿A quién no le ha pasado? Ocurre algo; reaccionamos como un monos enceguecidos; inmediatamente después de hecho el daño, nos arrepentimos. Mantenemos nuestra postura, sin embargo. Justificamos el exabrupto no porque estemos convencidos de haber obrado con corrección (el insaciable aguijón de la culpa algo tiene que ver con eso), sino porque más fuerte que cualquier arrepentimiento es el orgullo, la necia terquedad de permanecer firmes y no aceptarnos débiles.

La conclusión peor de mis desaires ha sido cuando mucho romper algun plato, patear alguna caja, o insultar a todo ser vivo a mi alrededor.

Pero nunca, jamás, ni ustedes ni yo ni nadie que camine por esta vereda fue tan inoperante, ciego, paranóico, imbécil, salvaje, monstruo e insensible como para matar alguien. Ponerle nombre a las cosas no es nuestro estilo, pero en este caso haremos un excepción: UN POLICÍA INGLÉS MATÓ A UN BRASILERO PORQUE LE PARECIÓ QUE ERA TERRORISTA. ¿Por qué le pareció que era terrorista al perspicaz gentleman Sr. Policía? Porque era medio morochito. Porque tenía ropa holgada. Porque tenía una mochila. Y es bien sabido que todo tipo de piel morena cuya camisa le quede grande y lleve una mochila, seguramente trama algo nefasto, ¿cierto?.

Las posibilidades de aquel momento no son importantes ahora. "Podría haber sido terrorista" no es excusa. Lo importante es lo que fue: una aberración, porque NO ERA TERRORISTA.

Es en los momentos de crisis cuando las caretas se caen. Es en los momentos posteriores cuando los infames se apuran a acomodarse sus máscaras de engrudo. Una vez más, se ha caído la careta más importante, aquella que esconde lo que todos sabemos y acerca de lo que poco podemos hacer.

Concluye esta reflexión y nos quedamos con las ganas de abrir la humilde cajita donde guardamos nuestros insultos. Quisieramos abrirla, pero sabemos que a veces es inmoral hacer lo que a uno se le da la gana.

Tarde o temprano, hay que dar explicaciones.