sábado, 14 de septiembre de 2002

La Reflexión de la Semana

Mis queridos traficantes de bondades:

En el camino hacia el trabajo vi un cartel que promocionaba a un grupo de música de dudosa reputación. Y aquí es oportuna una aclaración.

Yo no juzgo; o mejor dicho, juzgo, sí (a quien no lo haga lo mismo le da Beethoven que Ricky Maravilla), pero me guardo mis juicios y no hago apología de ellos. Entonces que cada uno escuche la música que quiera, mientras a mí me dejen en paz.

Todo tiene un límite, sin embargo. No pretendo conocer dónde está ese límite, esa tranquera que separa el buen gusto de las chorradas. Pero un grupo - y más que grupo debería decir "coalición" - que se llame "Borracha Cabrona" (tal el nombre al que antes me refería) está por detrás de la tranquera, dondequiera que esté.

¿Qué me habrá pasado a mí mismo, que al ver atrocidades similares reacciono con una carcajada, y no frunciendo el ceño? ¿Será que perdí el sentido del olfato, y ya no siento el olor a podrido en las costumbres? ¿Será que ya me salieron callos en la sensibilidad?

Hoy no habrá otra reflexión más que esta. No tengo ánimos para otra cosa.

¿Y quién puede tener ánimos de hacer nada, luego de considerar una horda de individuos retorciéndose ante las vibraciones producidas por los oprobiosos instrumentos de un grupo de forajidos llamado "Borracha Cabrona"?

Para terminar, vuelvo a desearles, como tantas veces en las pasadas semanas, que este fin de semana se les tiña de agradables momentos. Recuerden que ustedes eligen cómo vivir sus vidas (Jerry lo sabía, y tan mal no le debe haber ido).



Tincho (asqueado; lo digo en serio; realmente asqueado).

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